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Brasil el equilibrista

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Durante décadas, México jugó el papel de líder de Latinoamérica básicamente por default: porque no había nadie que le disputara seriamente ese papel. Después de todo, nuestro país era estable, gozaba de gobiernos civiles, tenía un cierto crecimiento económico y de clases medias, en buena onda asilaba a los perseguidos políticos de todo el continente, y no se metía en broncas gratuitas. Ni de las otras. Escudada en la famosa Doctrina Estrada, la diplomacia mexicana solía hacerse loca en cuanto había líos en el vecindario. Sólo de vez en cuando se tomaba la iniciativa, como cuando se formó el Grupo Contadora; o cuando se reconoció (junto con Francia) a la guerrilla salvadoreña como combatiente legítimo. Pero por lo general, el liderazgo era más bien pasivo.

Hasta que Brasil se dispuso a tomar la batuta y convertirse en el gigante dormido que se decidió a despertar. Desde tiempos de Cardozo, pero sobre todo con Lula, los brasileros decidieron hacer valer su músculo económico y demográfico, no sólo en el ámbito latinoamericano sino mundial. Y planearon muy bien cómo hacerlo, en distintas etapas y en diferentes ámbitos.

Claro que los brasileños tienen una enorme ventaja: saben a dónde van, hacen los cambios necesarios para llegar a la meta, y todos los actores políticos y sociales están en sintonía, si no en armonía. No debe de extrañar que en unos cuantos años le han comido el mandado a un México sin brújula ni timón, que no se atreve a hacer las reformas que la realidad exige a gritos desde los ochenta, y cuya inepta clase política no sirve para otra cosa que para buscar el poder... y luego no sabe qué hacer con él.

De hecho, Lula se ha burlado abiertamente de nosotros, asegurando que el petróleo nacionalizado no es la Virgen, intocable e inmarcesible. Allá los brasileños sí son dueños de su petróleo, porque pueden comprar acciones de Petrobras. Aquí el petróleo es del Gobierno, que lo ordeña para pagar gasto corriente, y del sindicato mafioso, que lo ha explotado durante generaciones. No es ni mío ni suyo ni de la nación, amigo lector. A menos que se trague los discursos oficialistas que nos han retacado por el cogote desde que nacimos...

Pero, como dice Peter Parker, con grandes poderes vienen grandes responsabilidades. Y Brasil ahora tiene que lidiar con ese papel, en el que no tiene mucha experiencia. Empezando con que se metió tan a fondo en el embrollo hondureño, que quién sabe cómo lo desenrede... y si no lo logra, su liderazgo quedará abollado.

Además, ser de los grandes implica tener amistades incómodas... como lo demostró la reciente visita del presidente iraní Mahmmud Ahmedinejab, a quien medio mundo condena por su polémica reelección, sus diatribas racistas contra Israel y su programa nuclear. Lula tuvo que defender la visita como si hubiera recibido a un pariente recién salido de prisión.

Como lo demuestran este par de ejemplos Brasil, si quiere mantener su imagen de liderazgo, va a tener que hacerle al equilibrista. Y no siempre habrá red abajo.

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