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Calderón se quedó corto

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

A como están los truenos no auguramos buen futuro a la reforma política enviada por el presidente Felipe Calderón al Senado mexicano.

Aunque insuficientes, las propuestas son razonables y algunas muy necesarias, pero se lanzan un 15 de diciembre cuando los mexicanos ya celebran el puente de Lupe Reyes y no serán tomadas en cuenta por los legisladores, cuya preocupación central es regresar al terruño a las posadas navideñas.

El presidente Calderón dejará la víbora chillando en lo que resta de este fatídico 2009 y si bien le va, conseguirá que los críticos se olviden de la desastrosa economía para hablar de segundas vueltas, reelecciones y reducción de diputados.

Obviamente esta iniciativa no será votada en los próximos días y por lo mismo las discusiones en el seno de las cámaras de diputados y senadores se trasladarán a 2010 cuando se inicie un nuevo periodo legislativo.

Pero sea atinada o equivocada la estrategia de Calderón, vale la pena analizar sus puntos más importantes como la segunda vuelta en los comicios presidenciales.

Se trata de una medida que opera en muchos países democráticos y que resultará muy útil en México para evitar conflictos poselectorales como sucedió en 2006 entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador.

Servirá además para dar legitimidad al nuevo presidente quien tendría que ganar por más del 50 por ciento de los votos. Sin embargo, quedan dudas sobre los tiempos, los costos y si esta segunda vuelta sería también para candidatos que sin obtener la mayoría logren una ventaja considerable como por ejemplo una diferencia del 45 al 30 por ciento.

Las reelecciones de diputados y senadores, además de la posibilidad de incluir a los alcaldes suenan interesantes, pero no es algo novedoso porque finalmente los políticos mexicanos se dan sus mañas para brincar de una cámara a otra y seguir en el presupuesto.

De lograrse un buen mecanismo para evitar abusos en las reelecciones habría que incluir también al Presidente de la República y a los gobernadores, quizá con términos de cuatro o cinco años y con la posibilidad de una sola reelección.

Tiene razón Calderón cuando dice que "el ciudadano podrá premiar a quien gobierne bien", pero sin olvidar que seis años con un mal presidente o gobernador son desastrosos para el país o un Estado. De ahí también la necesidad de introducir la revocación de mandato para quienes no hagan la tarea.

La reducción de diputados de 500 a 400 es también positiva así como bajar de 128 a 96 senadores. Pero otra vez Calderón se quedó corto, sería deseable eliminar de tajo los plurinominales y quedar como en el pasado con 300 diputados de elección directa y 64 senadores, dos por cada entidad federativa.

Nunca hemos entendido por qué un candidato a senador que queda en segundo lugar de votos tiene los mismos derechos de quien obtuvo la victoria. Y menos entendible son los plurinominales, quienes sin esfuerzo electoral llegan a las cámaras e incluso a presidirlas.

Quizá la mejor de las propuestas de Calderón se refiere las candidaturas independientes que vendrían a revolucionar el sistema electoral mexicano.

Obviamente se necesita mucha ingenuidad para pensar que la reforma será aprobada en paquete como le gustaría al presidente Calderón. Vendrán las negociaciones y nada remoto será que las cámaras terminen por aprobar lo que les conviene como las reelecciones y rechacen el resto.

Sería el colmo de los colmos si así ocurre y además la peor derrota política de Calderón en su sexenio, pero todo es posible a estas alturas del partido y más cuando los políticos están ansiosos por la carrera presidencial de 2012.

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