"Es hora de cambios de fondo". El presidente Felipe Calderón cimbró a un Palacio Nacional repleto de funcionarios, empresarios, representantes populares y diplomáticos el pasado martes 2, al anunciar en su Tercer Informe de Gobierno que se propone responder a la insatisfacción popular pasando de "la lógica de los cambios posibles,
Para el presidente de la República el avance nacional de ninguna manera está cifrado en sólo superar la actual crisis económica, ni mucho menos en vencer las fuerzas asesinas del narcotráfico. El país entero tiene que transformarse en una comunidad ágil y moderna. Para ello, son indispensables cambios en las prácticas políticas, pero lo que más importa, de actitudes y de mentalidad.
Al arrancar su cuarto año de Gobierno, generalmente el más difícil de cualquier sexenio, más ahora con los gigantescos retos que se han acumulado, Calderón escoge convocar a "un cambio sustancial con todos los riesgos y con todos los costos que ello implica". En 2009 se inició el difícil proceso para salir lenta, pero metódicamente de la recesión globalizada agravada por la caída petrolera, la irrupción de la influenza y por la sequía más grande de los últimos 60 años.
Los tres años que ahora faltan tienen que dedicarse a recuperar el tiempo perdido por un Congreso que tantas veces trabó y diluyó las propuestas de reformas presentadas por el Ejecutivo. La comparación con el crecimiento económico y social en otros países tan "emergentes" como el nuestro, por fin despertó la conciencia del mundo político y demás sectores de la vida nacional. Puede empeorarse la situación socioeconómica nacional si no se produce un viraje, un golpe de timón severo y contundente.
Es unánime la reacción positiva al enérgico llamado del presidente llamado a todos los mexicanos. La actuación constructiva de la LXI legislatura es el elemento más importante, dentro de nuestra vigente estructura política, para dar respuesta a la gran urgencia nacional. El cambio necesita inevitablemente el concurso de los senadores y diputados. De no producirse así la situación se deteriorará aún más.
El formato de este Tercer Informe Presidencial destruyó la ceremonia más visible de la unidad esencial del Gobierno. Mostró que hay que confirmar la vinculación entre los tres Poderes en un evento genuinamente republicano y democrático. Con la presentación el 2 de septiembre fuera del recinto parlamentario, donde debió realmente haberse llevado a cabo, Calderón dio el paso en la dirección correcta. Se exhibió la torpeza del Congreso que se negó a la interlocución directa con el Primer Mandatario.
Los tres primeros años de la actual Administración dieron lastimosa prueba de lo que sucede cuando no se da una acción articulada entre el Legislativo y el Ejecutivo: tibias e insuficientes reformas electorales, energéticas, fiscales y educativas, reflejo de a una carencia de interés patriótico y de voluntad para sumar creatividades y una actuación con un sentido miope partidista y electorero. Los partidos de Oposición han demostrado con creces que no les interesaba el futuro de la nación.
Cada uno de los diez ejes del cambio que el presidente enumeró requiere sin excepción, de una clara y efectiva visión de Estado por parte del Legislativo. Una gran mayoría del pueblo mexicano duda de la capacidad del Congreso para responder a su deber de engranar su acción a las responsabilidades que constitucionalmente está obligado a compartir con el jefe de Estado.
Será o no necesaria una gran reforma política que resuelva el dilema que algunos plantean de adoptar modalidades parlamentarias donde el Ejecutivo se fusiona al Legislativo en diaria corresponsabilidad, o bien, de intentar perfeccionar el sistema presidencialista de tipo norteamericano que hasta ahora nos rige. Mientras esto se discute en las universidades lo importante está en resolver problemas urgentes específicos como de salud, económicos, educativos, ambientales, laborales y sociales.
Para atender estas cuestiones con la inmediatez que su gravedad reclama, no necesitamos recurrir a reformulaciones de estructuras políticas, sino simplemente dedicarnos a resolver ya los problemas que tenemos enfrente.
La insistencia pública es cada vez más audible y hay que tomarla en serio.