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'Cardiacos absténganse'

ADELA CELORIO

Con una temperatura amable, el agua templada y las noches risueñas, el único peligro para los pocos extranjeros jubilados que todavía visitan Acapulco en esta temporada, es atravesar la avenida Costera. "A la una, a las dos y a las

Claro que también están los decapitados y todo eso; pero los turistas no se enteran porque ya en Acapulco, ni quién escuche un noticiero. Por allá andábamos, calientitos y desinformados el Querubín y yo, lástima que siempre llega el momento de volver a casa, y esta capital es otra cosa. Cardiacos, absténganse hasta nuevo aviso porque esta contaminada y violenta ciudad no es apta para ustedes.

Los noticieros que nos bombardean a todas horas con sus pésimas noticias pueden causar daño irreversible hasta a los que no somos cardiacos. No sé por qué percibo cierto perverso disfrute en la forma en que Zabludowsky abre su programa "De una a Tres" con el alarmante grito de: ¡Sálvese quien pueda!, antes de pasar a informarnos el número de muertos aquí, allá y acullá. Ya de postre, nos deprime un poco más con el alto precio que alcanzó el Euro, la caída de la bolsa y la intensidad que está cobrando la crisis.

Ha llegado el momento en que el exceso de información resulta más agobiante que la crudelísima realidad. Y no es que dude de lo que informan; lo que dudo es que me sirva para algo -excepto para provocarme vértigo- saber que estoy parada en la orilla de un precipicio.

Hay mañanas que me siento como aquel pollito al que le cayó una hoja en la cabeza y pensó que el mundo le estaba cayendo encima. Pero el mundo no se cae, ni siquiera por la obsesión guerrera de los hombres. Ni siquiera después de Hiroshima y Nagashaki. Ni siquiera por el Holocausto. La experiencia debía habernos enseñado ya que por algunos millones de años más, los seres humanos seguiremos habitando este planeta, y alguno de esos años, tendremos que superar lo que Juan Carlos Onetti consideraba "esa maniática tarea de construir eternidades con elementos hechos de fugacidad, tránsito y olvido". ¿Cómo puede la vida ofrecernos algo nuevo si amedrentados por el viento en contra cerramos con fuerza los puños, el corazón y la mente?

Es imposible conquistar nuevos continentes si no nos disponemos a perder de vista la tierra firme. Ahora toca perder de vista la tierra firme, desplegar las velas, levar anclas, arrojar el lastre, imaginar el viento en popa y fijar la vista en el horizonte. No hay crisis que pueda impedirnos conservar en el corazón un lugar secreto y silencioso dónde depositar nuestros sueños. La otra opción es encallar, caer en la autocompasión, sentirnos miserables y dejar que la vida nos arrastre para donde malamente le dé su gana. Yo por mi parte me niego a engrosar las filas de los pesimistas y comparto con nuestro presidente la seguridad de que con trabajo e imaginación saldremos de esto como tantas veces hemos salido de lo otro.

Claro que al menos yo no invertí el dinero que no tengo en el congelado "Stanford Group". Espero que usted tampoco se cuente entre los que invirtieron ahí pensando en que un inversionista extranjero es mejor. Ya en su novela "Casi el paraíso", el escritor Luis Spota contaba los desfiguros de la sociedad mexicana ante un vividor que haciéndose pasar por noble italiano, desvalijó a más de cuatro señores y a sus calentonas esposas. ¿Y quien no recuerda al siniestro Cavallo y al pillín de Ahumada haciendo de las suyas en nuestro país? Hay que tener mucho cuidado porque cuando las cosas van mal, siempre pueden empeorar.

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