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Castigos bárbaros

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Uno de los aspectos del depuesto régimen Talibán en Afganistán que era más criticado a nivel internacional, era su legislación penal. No sólo ésta era particularmente restrictiva para las mujeres, que no podían trabajar ni estudiar; sino que imponía castigos atroces, que además eran realizados públicamente. Durante años, el Estadio Olímpico de Kabul sirvió fundamentalmente para que las multitudes vieran ejecuciones por apaleamiento, apedreamiento y otras linduras. La mayoría de esas penas son consideradas como bárbaras y prohibidas en casi todos los países.

Por supuesto, a los Talibán la opinión mundial les importaba un soberano rábano. Después de todo, ellos creían estar actuando en concordancia con Dios, quien, según su visión, les había dejado un código legal infalible contenido en El Corán. A la suma de estos principios legales se le da el nombre de Shar’ia.

Ellos incluyen la amputación de manos a los ladrones y la lapidación o muerte a pedradas para las adúlteras y (más raramente) los adúlteros.

Hay que hacer notar que ese tipo de castigos eran muy comunes en todo el mundo y a lo largo de la historia. Acuérdense que el Güero Chuy detuvo la lapidación de una adúltera con aquello de que hiciera la pichada inicial el que no tuviera cola que le pisaran. Apenas fue en el Siglo XVIII que el movimiento intelectual de La Ilustración empezó a considerar como inadecuados ese tipo de castigos. Hoy en día, los descendientes de los empelucados ilustrados de entonces, consideramos que ningún código penal puede incluir castigos considerados crueles e inhumanos.

Pues bien (o pues mal): aunque los Talibán dejaron el poder en 2001 debido a la ofensiva norteamericana y de la OTAN, hay otros países en que tan dura forma de Ley se sigue aplicando.

Esta semana se dio a conocer la noticia que dos hombres habían sido lapidados en una zona remota de Irán por delitos no aclarados. Generalmente el enterrar a alguien en el suelo, dejando sólo la cabeza afuera, para luego proceder a tirarle piedras hasta matarlo, es el castigo impuesto a los adúlteros. Así que se supone ése fue su crimen.

Pero como la lapidación rara vez se aplica a los machitos, se presume que los castigados también han de haber hecho alguna otra cosa horrorosa, como asesinato, blasfemia o irle a los Cuervos de Baltimore. Algo así.

El caso es que hallar este tipo de castigos en un país del Siglo XXI, y en un país con mucha mejor educación y nivel de vida que Afganistán, sigue resultándonos chocante. Uno tiembla al considerar que esa visión del mundo y el hombre pueda extenderse a otra media docena de países. Que no resulta algo tan remoto o imposible como mucha gente piensa.

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