Espectáculos Miss Universo Christian Nodal Julión Álvarez

Cinecrítica

MAX RIVERA 2

CHANEL NO. 0

Puede parecernos sencillo, si no somos afectos al mundo de la moda y la haute couture, desdeñar sus supuestos avances y tendencias. Pero al adoptar una postura irracionalmente anti-esnob, corremos algunos riesgos. Primero, que Miranda Priestley (el soberbio personaje de Meryl Streep en el largometraje El Diablo Viste a La Moda) nos dé un coscorrón y una cátedra sobre la importancia económica de la industria, y la forma en que sus adelantos bajan en cascada hasta nuestro vestir cotidiano. Y segundo: el hecho de que muchas manifestaciones de la moda nacen de un cambio social o se adaptan como posturas políticas. Ejemplos abundan: la minifalda sesentera; la kufiyya solidaria palestina; el colorido hijab para la mujer musulmana...

O el ejemplo máximo: el trabajo de Coco Chanel, la diseñadora francesa que pondría de cabeza modas y estilos de principios del siglo pasado. Antes de Chanel, el ideal femenino del vestir consistía en mamotretos de varilla, lazos, plumas y gasa. Después de consolidado su legado, la simplicidad y el confort serían la norma. Buena parte del trabajo de Chanel, y donde radica su aporte revolucionario, fue la incorporación de prendas consideradas masculinas o vulgares al ropero de la burguesía francesa. Y de ahí, como bien dice Miranda Priesley, al resto de la plebe.

Coco Antes de Chanel es una muy interesante película, que narra los inicios de la modista y casi nada más. De manera lineal, sencilla y elegante, como un vestido de la diva, la directora Anne Fontaine recrea los muy humildes orígenes de Chanel y la sigue hasta el momento en que su nombre está por convertirse en un fenómeno mundial. No hace falta ser conocedor, basta con tener una idea mínima de los diseños de Chanel para disfrutar del recorrido visual premonitorio que orquesta Fontaine. Coco, a través de los oscurísimos ojos de Audrey Tautou, va tomando nota de la puntada en los hábitos que usan las monjas del hospicio donde crece; de los trajes y sombreros de los hombres que la ven cantar y bailar terriblemente en un cabaret; de las camisetas rayadas de los pescadores en la mar que visita con su amante. Toma nota y guarda en el costurero de su mente.

Pero lo realmente fascinante en la propuesta de Fontaine, es el comportamiento amoral de Chanel, rasgo presente en todo capitalista en ciernes que aspire a construir imperios. Coco ve a toda persona y situación como una aduana que hay que pasar de cualquier manera, con o sin orgullo, para alcanzar la siguiente fase de su plan. Desprecia claramente la holgazanería de los burgueses y su único enamoramiento, que luego reconoce como debilidad, es con un playboy hecho a sí mismo. Viéndolo así, adquieren sentido profundo las largas miradas de Chanel/Tautou, con las que estudia y enjuicia a la sociedad que la rodea; y su enigmático comportamiento en la escena final, donde esa misma sociedad, que cometió el error de menospreciarla, se rinde a sus pies.

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