En los meses recientes los comentarios negativos sobre México, en especial en los medios de comunicación nacionales, han crecido de manera preocupante y sospechosa.
Más que las noticias hablamos de artículos de opinión y de algunos reportajes que presentan un panorama alarmante en torno a la economía, la seguridad, la pobreza y el estado anímico de los mexicanos.
Algunos analistas van al extremo de predecir el desmoronamiento del país, otros anticipan un estallido social y los menos colocan al Gobierno de Felipe Calderón como el peor en la historia contemporánea.
Curiosamente esta ola de pesimismo se inició a raíz de la derrota electoral del partido en el poder en julio pasado cuando el PRI obtuvo el mayor número de escaños en la Cámara de Diputados muy por encima de sus acérrimos enemigos el PAN y el PRD.
Imposible ocultar que México atraviese hoy en día por uno de sus momentos más complejos tanto en lo económico como en lo político. Las circunstancias son muy parecidas a lo ocurrido en 1994 con la gran diferencia de que en aquel entonces la nación entera sí se resquebrajó a raíz del levantamiento de Chiapas, el crimen de Luis Donaldo Colosio y el "error de diciembre".
El Gobierno de Felipe Calderón ha cometido graves errores como haber minimizado los efectos que la crisis norteamericana causaría a México a lo largo del 2009.
Se olvidaron que un resfriado en la economía yanqui se convierte en bronquitis en suelo mexicano y peor ahora cuando Estados Unidos sufrió literalmente una neumonía.
Por si fuera poco el Gabinete calderonista ha corrido con mala fortuna al enfrentar sucesos inesperados como el tronido financiero mundial y la caída de los precios del petróleo, aparte del accidente aéreo que segó la vida del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, en su momento el colaborador más cercano del presidente Calderón.
Hace unos días escuchamos en una conferencia a la destacada escritora Denise Dresser esbozar un patético cuadro de la clase gobernante mexicana, realista y certero pero tremendamente triste y sin salidas viables.
Un periódico nacional publicó la semana pasada un análisis que describía a los mexicanos en un estado depresivo y prácticamente al borde del suicidio colectivo.
Paralelamente hay analistas que dan por hecho el regreso del PRI a Los Pinos en el año 2012 como si tal situación fuera a resolver los ancestrales problemas de México.
Otros aseguran que será el momento oportuno para que la izquierda con un candidato de coalición del PRD y otros partidos logre conquistar la ansiada banda presidencial.
Todo esto ocurre cuando ni siquiera se sabe quiénes serán los candidatos a la Presidencia y menos sus programas y la lista de sus colaboradores.
A estas alturas queda además claro que los partidos mexicanos están al margen del Gobierno y son las personas quienes finalmente imponen su sello y dirección al país.
Así tenemos a un Ernesto Zedillo que fue el día y la noche con respecto a Carlos Salinas, mientras que Vicente Fox a pesar de su frivolidad resultó más efectivo que Felipe Calderón con todo y su formalidad y su trayectoria política.
No hay que comer ansias ni caer en el juego de los grupos políticos. México padece una dura crisis pero no es el fin del mundo ni el peor de los sexenios.
Los mexicanos luchan desde sus trincheras para salir adelante a pesar de las trabas que imponen los políticos, quienes ni siquiera se ponen de acuerdo en el rumbo a seguir.
Antes de sumirse en la desesperación, la sociedad mexicana tiene la oportunidad de ganar más espacios y presionar al Gobierno y los partidos a cumplir con sus responsabilidades.
A final de cuentas se requiere más sociedad y menos Gobierno, y que los políticos dejen trabajar a los mexicanos que realmente desean el progreso y el bienestar del país.