PRIMERA PARTE
LOS ALIMENTOS TAMBIÉN INFLUYEN EN EL ESTADO EMOCIONAL
Los alimentos no solo nutren al organismo, influyen también en el estado emocional, de hecho existe un dicho muy popular entre los mexicanos que dice: “panza llena corazón contento”, ¡y es verdad!, pues no podemos negar que en ocasiones, cuando nos sentimos tristes o deprimidos y se nos ocurre algún antojo, y nos damos el gusto de comérnoslo, nuestro estado de ánimo cambia favorablemente.
Siempre he pensado y lo he manifestado a mis pacientes y lectores que “comer es un placer”. En muchas ocasiones sustituimos carencias afectivas sexuales, económicas, etcétera comiendo. ¡Cuidado!, pues tales situaciones nos pueden llevar hacia el camino de la obesidad, que aparte de ser reconocida como una enfermedad física y metabólica, también nos causa una serie de trastornos emocionales como: inseguridad, baja de autoestima, falta de adaptación con el medio, irritabilidad llegando en ocasiones a la agresividad, así como cambios de carácter bruscos, como por ejemplo: en un momento puede encontrarse la persona tranquila, cariñosa, condescendiente y por la mínima causa puede tornarse irritable, enojada. En pocas palabras son pacientes muy hipersensibles.
Por otra parte, la alimentación es mucho más que un combustible, incluso forma parte de momentos significativos, es una forma de celebrar eventos religiosos, cívicos y personales, mediante cenas, fiestas y banquetes, cuando alguien desea convivir con sus seres queridos o tener una reunión de negocios, la mesa es un lugar idóneo.
LA FUNCIÓN DE COMER
En términos fisiológicos, la nutrición es el proceso de consumo, absorción y utilización de los nutrientes necesarios para el crecimiento y desarrollo del cuerpo; los nutrientes son sustancias químicas encontradas en los alientos, en cuanto al requerimiento diario, eso dependerá de la edad, sexo, estatura, peso y actividad metabólica y física. Los elementos presentes en los alimentos pueden clasificarse en cuatro grupos principales: macronutrientes, necesarios en grandes cantidades para producir energía –comprende los hidratos de carbono, las grasas y proteínas-; los micronutrientes esenciales pero solo necesarios en pequeñas cantidades –vitaminas, minerales y dos ácidos grasos esenciales- los hidratos de carbono fibrosos y finalmente el agua.
¿CUÁL ES EL PAPEL
DEL CEREBRO?
En primer lugar, la señal que anuncia la presencia del hambre está localizada en el hipotálamo, región del cerebro intermedio que también regula otras necesidades. Los receptores corporales registran la caída del nivel de azúcar en la sangre o, en caso extremo, la falta de suficiente grasa corporal, y transmiten las correspondientes señales al cerebro intermedio. Si el cerebro recibe finalmente lo que exigía con tanta urgencia, la señal contraria retorna al cerebro.
Sin embargo, mientras el indicio de hambre llega con rapidez (generalmente alrdedor de un minuto después de disminuir el nivel de azúcar en la sangre), el que anuncia “saturación” tarda más tiempo. Tan pronto como los dientes inician el proceso de la masticación, las papilas gustativas dan el aviso al estómago de que el proceso de la nutrición se ha puesto en marcha. Inmediatamente después, el estómago empieza a producir ácido clorhídrico para disolver las sustancias nutritivas. Si se tiene una dosis alimenticia suficiente, el estómago indica al cerebro que ya no necesita nuevos aportes, pero esta señal no llega hasta 15 ó 20 minutos después de empezar a comer de manera que en caso de una comida apresurada y masticación insuficiente, el cuerpo puede recibir más de lo que necesita. Incluso luego de emitir el cerebro la señal de saciedad –y por consiguiente, después de desaparecer el hambre-, a menudo seguimos comiendo. Generalmente esto ocurre por factores sociales o de costumbre, que a su vez aumentan o reducen el hambre, y por tanto, nos impiden percibir la verdadera sensación de carencia alimentaria.
Es fundamental comprender lo anterior, sobre todo cuando se tiene sobrepeso, ya que uno de los factores principales por lo que engordamos es precisamente cuando comemos más de lo que el organismo necesita, es muy común que los gorditos no atiendan la señal de saciedad, y sigan comiendo ya sin hambre, más bien lo hacen por el solo placer de seguir degustando el platillo que tienen enfrente que resulta muy sabroso y se sirve más cantidad, de esta manera el proceso de la digestión se ve afectado, puesto que tiene el procesar una cantidad mayor de alimento de la que le corresponde, y al final de la digestión o metabolismo de los alimentos, no va a ser posible aprovechar todo. En este caso el cerebro se defiende almacenando lo que sobra, entonces podemos definir lo que significa obesidad: “es el aumento del tejido adiposo en mayor proporción por la energía extra que se consume y no se gasta”. Así que si no desea aumentar de peso, es necesario que poco a poco aprenda a escuchar la señal de saciedad y parar de comer cuando se sienta satisfecho. Es una situación que resulta muchas veces difícil, sobre todo cuando tenemos el mal hábito de comer de más, se requiere mucho esfuerzo y paciencia.
A mis pacientes gorditos siempre les sugiero que aprendan a escuchar “la campanita” de la saciedad, y que si es posible se levanten de la mesa, para evitar la tentación de seguir comiendo, ya que no podemos negar que cuando comemos de más, nos sentimos mal, tanto física como emocionalmente. ¡Hasta pronto!
drelida@prodigy.com.mx