Columna de Brizio
Después de ver el trepidante encuentro donde el Barcelona masacró al Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabéu, me dio un ataque de envidia más dañino que el virus de la influenza, pensando en el pobre espectáculo que se nos ofrece en México por parte de la mayoría de los equipos.
Porque, mire usted, la velocidad a que se desplaza la pelota por el terreno de juego, el hecho de que todos los jugadores corren con sentido pero sin tregua, la circunstancia de que ningún futbolista finge lesiones o faltas, la tranquilidad con que el árbitro puede dirigir sin ser hostigado, el profesionalismo de los directores técnicos que permanecen sentados y sólo van al área técnica para efectivamente dirigir a su equipo, en fin, todo coopera para que el espectador quede saciado de futbol. El cuadro blaugrana demostró, en el momento preciso, que practica un sistema vertical, frontal, honesto y sumamente divertido, obteniendo una victoria cuyos puntos lo colocan en la antesala del título en el futbol español y le da una inyección de ánimo para enfrentar el juego de vuelta en la Champions ante el Chelsea. Hablar del Madrid no tiene caso pues cuando el rival es tan infinitamente superior, al grado de inferir la más grande goleada en su mítico estadio, sólo queda ponerse de pie y aplaudir.
En el México de hoy, los equipos mal llamados "grandes" no están en condiciones de ofrecernos un espectáculo como el que vimos en la Capital hispana el sábado por la tarde. Guadalajara, Pumas, América y Cruz Azul parecerían una caricatura a cámara lenta comparada con lo exhibido en el esperado encuentro entre merengues y culés, siendo los salvadores de la oferta futbolera Pachuca y Toluca, a quienes, la verdad, se les sirva aparte.
Hay otros ingredientes para aprender del futbol español, ahora que esa nación es un referente obligado en temas deportivos, como por ejemplo, que la Segunda División es una verdadera liga de ascenso y no una patochada llena de equipos filiales de los que militan en Primera, como en México. Allá, sería inadmisible que el campeón de la Segunda no pudiera ascender por carecer de "certificación" por falta de estadio e infraestructura como ocurre en nuestro país y por supuesto que no existe la tabla de cocientes para evitar que los equipos ricos se vayan al infierno. En la madre patria descienden los más malos cada año.
Tampoco encontramos que una entidad deportiva sea propietaria de más de una franquicia, que haya una liguilla que privilegie el interés económico por encima del deportivo, que la Selección Nacional sea propiedad de unos cuantos y que exista un "ordenador" para designar a los silbantes.
Después de analizar todos estos ingredientes, he llegado a la conclusión de que en México se juega un deporte muy parecido... al futbol.