Todavía no lo creo, estuve ahí emocionado hasta las lágrimas, fui testigo del amor de los aficionados santistas hacia su estadio, escuché a los mariachis entonar, seguido por un gigantesco coro, Las Golondrinas, vi cómo jugadores, ex jugadores, directivos, empleados del club, los habitantes del Territorio Guerrero se unían en interminables abrazos.
Cuando Gustavo de Villa, decano de la organización lagunera, nos informó que se procedería a demoler el Corona al día siguiente de su clausura, sentimos feo, se los juro. Sabíamos perfectamente que empezarían a derruir el viejo escenario, y es lógico cuando se tiene un complejo deportivo artístico, religioso y cultural, de la magnitud del TSM, por estrenar, aún así, no pudimos evitar recargarnos en uno de sus muros y con la mano, con suavidad, dar unas palmaditas al amado estadio diciéndole "Ya...ya...ya, cumpliste viejo amigo, cumpliste como los buenos, puedes irte en paz, nada nos debes".
Como suele suceder, justo cuando alguien está a punto de morir parece recuperado, se le ve mejor que nunca, para luego caer en una crisis de la que nunca se recupera hasta fenecer. El Estadio Corona sin la fea reja, que era el termómetro de la violencia, según se comportaba la banda se le agregaban metros de altura, sin ese estorbo, el viejo Corona lució, se puede decir... bonito, ¡sí, como no!
En sus últimos partidos, el Corona lavó su carita y nos recibió orgulloso, asistimos a su fiesta de despedida, nuestros regalos: devoción, cariño, afecto y sobre todo amor. El viejo Corona no va a descansar en paz, simplemente muda de piel, no le puedes pedir paz a un estadio de futbol, sería aburrido. Al fin y al cabo el Corona somos todos los que amamos al equipo Santos Laguna, juntos transportaremos nuestras vibras y nuestras energías al magnífico inmueble, guardaremos en nuestro corazón al viejo amigo, pero es tiempo de abocarnos y poblar al nuevo escenario de las características que convirtieron en leyenda al inmueble de la calzada Ávila Camacho en la colonia Las Carolinas.
No se confíen rivales, no porque vean la comodidad de las instalaciones crean que la van a pasar bien, no señores, la Casa del Dolor Ajeno, como la bautizara Rubén Matturano, podrá ser ahora una casa de lujo, pero la presión que ejerce el Territorio Guerrero, me temo, mis queridos rivales, que será todavía mayor. El América, el equipo del descafeinado Chucho Ramírez, será el primero en darse cuenta que la porra lagunera, aunque se vista de seda, porra se queda.
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