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Como el viejo decía...

Contexto Lagunero

POR JUAN MANUEL GONZÁLEZ

Las empresas mexicanas se enfrentan a los siguientes retos: ser más competitivas en calidad, costo y servicio; dejar atrás viejas formas de administrar y adoptar nuevas para poder competir con éxito, y mejorar la calidad, no sólo en el producto final o en el servicio, sino en todas las áreas de la empresa.

Aunque sí hay empresas que se esfuerzan por la calidad, los intentos son aislados y el apoyo gubernamental al respecto se sigue manejando de manera sexenal, sin continuidad, empezando cada seis años desde cero.

Los empresarios tienen que tomar al toro por los cuernos, la calidad no depende de que el Gobierno la promueva y la apoye, su ayuda es indispensable, pero, aún con ello, si los propios empresarios no le apuestan a la calidad, aunque sea por supervivencia, nos seguirá yendo como nos ha ido hasta ahora. Sí, sin duda las crisis son oportunidades de mejorar y de superarnos, pero si aún con las crisis, por más fuertes que sean, seguimos haciendo lo mismo, sin cambiar drásticamente, sin una nueva mentalidad y sin desterrar viejos paradigmas, esas oportunidades jamás cristalizarán en resultados concretos.

Hoy, la calidad de clase mundial es buscada solamente por unas cuantas empresas, la gran mayoría continúan sin decidirse por tomar un compromiso real, serio y sostenido para transitar hacia un programa de calidad como ya lo han hecho, confirmando que sí se puede, empresas como Sensa Control Digital, Barcel, Hylsa, Versa, Segana, Bimbo, la CFE y el Infonavit, entre muchas otras.

La cultura de la calidad en México aún está en pañales. Y seguirá en pañales en la medida en que lo que se invierte en capacitación y preparación para la calidad se siga viendo como un gasto que no se puede recuperar en un plazo corto. Mientras se quiera crear la calidad total y la cultura hacia ella como en olla express y además sin costo, sin maestro y sin esfuerzo, nos volveremos más vulnerables y menos competitivos.

Basta ver la matrícula de los diplomados en calidad y la ausencia de empresas interesadas en cursos de capacitación de alto nivel a precios razonables para darnos cuenta del poco o nulo interés por algo que debería ser prioritario y casi de vida o muerte para las empresas mexicanas.

Para recorrer un camino seguro hacia la calidad total, debemos tener algo que necesitamos, aunque nadie más la tenga: confianza en nosotros mismos.

La adopción de esta filosofía implica una transformación cultural que no se da de la noche a la mañana y sin esfuerzo ni dolor.

Esta nueva forma de administrar los negocios cambia el énfasis de las utilidades a la satisfacción del cliente, en lugar de administrar resultados, se administran y se mejoran de manera continua los sistemas y procesos que los producen pensando que siempre hay una mejor manera de hacer las cosas

La calidad se debe entender no sólo como una estrategia para aumentar la productividad, se debe transmitir como algo que genera comportamientos positivos en el trabajo y también en la vida privada del trabajador y en su entorno buscando siempre el máximo estándar deseable en todo lo que hacemos en la vida.

No es fácil, y debemos tener en mente aquel anuncio de un brandy que se hacía en la Laguna: "Como el viejo decía: si las cosas que vale la pena hacer fueran fáciles, cualquiera las haría".

Tenemos que lograr, como lo han logrado ya muchas empresas mexicanas, que el trabajador esté consciente de que todo lo que haga dentro y fuera de la organización, debe tener cero defectos. Si el trabajador hace suya esta filosofía para su vida privada, también lo hará en el cumplimiento exacto de las necesidades de la empresa.

La capacitación es un eje fundamental para la calidad, no hay un solo autor que no lo mencione así y que además insista sobre ello. La filosofía de la calidad incita al uso racional de los recursos, a no tener desperdicios de ningún tipo y a la responsabilidad social y a la conciencia ecológica.

Hoy, a nivel global, se está redescubriendo al cliente, orientando todos los esfuerzos de la organización hacia su satisfacción. Las empresas deben aprender a tratar con un consumidor más consciente y más exigente y que es hoy más racional que antes, no se deja engañar y ya no se queda callado y compara precios, calidad y ofertas antes de decidir lo que realmente le es atractivo.

En este proceso de redescubrir al cliente, los japoneses van a la vanguardia, en cambio, en nuestro país éste ha sido un proceso lento, sin visión y doloroso.

Los cambios económicos, junto a los tecnológicos son los que más van a afectar la manera de hacer las cosas en México, aparte de la competencia más agresiva y decidida a ganar, tenemos que saber enfrentar las crisis que nos afectan. Los mexicanos debemos aprender a producir y negociar en un ambiente hostil con una mentalidad ganadora, de excelencia y de servicio.

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