"Lo que un país realmente gana del comercio es la habilidad para importar cosas que quiere."
Paul Krugman
Son tiempos de proteccionismo. El Gobierno de Estados Unidos ha tratado de impulsar una cláusula conocida como "Buy American" que establecería restricciones a la compra de insumos extranjeros en proyectos de infraestructura del multimillonario plan de recuperación económica. En México -en una campaña de publicidad que se ha convertido en una gran promoción personal para Jesús Ortega- el PRD propone la compra de productos mexicanos como forma de generar una recuperación económica.
Ya conocemos, sin embargo, las consecuencias negativas del proteccionismo. Muchos economistas consideran que una de las razones por las que la Gran Depresión de la década de 1930 duró casi una década, fue la aprobación en la Unión Americana del Smoot-Hawley Act de 1930, el cual elevó de manera muy importante los aranceles del país. El estatuto provocó una oleada de medidas proteccionistas en otros países e hizo que se desplomara el comercio y la economía internacionales y en consecuencia el empleo.
Un artículo en el número del 9 de mayo de la revista The Economist, "Opening the Floodgates" ("Abrir las compuertas"), señala que la apertura comercial, lejos de debilitar una economía, la fortalece. La nota empieza con una cita sorprendente de Paul Krugman, ganador del Premio Nobel de Economía de 2008 y columnista del New York Times, quien en los últimos años ha ganado fama de crítico del liberalismo: "Lo que un país realmente gana del comercio es la habilidad para importar cosas que quiere. Las exportaciones no son un objetivo por sí mismas; la necesidad de exportar es un lastre que un país debe cargar porque sus proveedores de importaciones son tan vulgares que exigen un pago por sus productos." Esta visión contradice el espíritu mercantilista de la cláusula "Buy American" o los anuncios del PRD.
El artículo de The Economist cita un estudio titulado "Multi-Product Firms and Product Turnover in the Developing World: Evidence from India" de Penny Goldberg, Amit Khandelwal, Nina Pavcnik y Petia Topalova. Los autores sostienen que una apertura comercial, en lugar de afectar negativamente a una economía, la fortalece.
La India, que había tenido una tasa de crecimiento muy pequeña desde su independencia en 1947, se enfrentó en 1991 a una fuerte crisis económica. A cambio de 2,500 millones de dólares de apoyo financiero, el FMI obligó al Gobierno a reducir sus aranceles de 90 a 30 por ciento para 1997. La medida fue recibida con protestas y previsiones de que la producción manufacturera se desplomaría.
Las importaciones indias, efectivamente, se duplicaron en valor en ese período. Pero la apertura comercial dio acceso a los productores indios a una enorme variedad de bienes intermedios y de capital que anteriormente habían sido exageradamente caros y que disminuían la competitividad de la economía india. De 1987 a 2000 la importación de insumos intermedios aumentó 227 por ciento, mientras que la de bienes de consumo lo hizo en 90 por ciento. La economía de la India, lejos de desplomarse, comenzó un período de auge que ha durado hasta ahora. La producción manufacturera, en vez de disminuir, aumentó 50 por ciento.
Esa experiencia debería convencernos que hoy no es el momento de cerrar las puertas a la importación sino de abrirlas. Una de las razones por las que Estados Unidos sigue siendo, pese a sus errores de política económica, uno de los países más competitivos del mundo es porque mantiene una de las economías más abiertas. En México, si realmente queremos ser más prósperos, deberíamos también abrir nuestra economía en vez de cerrarla.
Declara Germán Dehesa que en parte el cierre de la Planta de Luz fue producto de presiones fiscales. Reconoce "tonterías administrativas". Pero el fondo del problema es un sistema de impuestos tan complejo que le carga la mano a quienes no pueden contratar a especialistas fiscales.