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Con la mirada al cosmos

El Filósofo de Güémez

RAMÓN DURÓN RUIZ

Hoy escribo para usted sobre un personaje de Tamaulipas que está inscrito en el contexto de la ciencia universal, me refiero al doctor Ramiro Iglesias Leal, un hombre nacido en 1925; siendo de origen humilde, supo escalar, con base en el esfuerzo y sacrificio, hasta los más altos peldaños de la ciencia moderna.

Cierto día, en una gira de trabajo, el presidente Lázaro Cárdenas, visitando la obra de la Presa Marte R. Gómez, llegó al municipio de Camargo, Tamaulipas y en la presidencia municipal estaba dando audiencias; él solicitó una para pedirle apoyo a efecto de continuar estudiando, solidaridad que fue otorgada por el presidente pues a la siguiente semana lo trasladarían a la escuela Normal Rural de Tamatán. Luego estudiaría en la Vocacional 4 del IPN, después en la Facultad de Medicina de la UNAM, en la Sorbona de París, en el Instituto de Cardiología de México y en el Instituto de Cardiología de Londres.

Atendiendo el llamado de la medicina aeroespacial, fue invitado por la NASA para estar en las mesas de trabajo del Centro de Control en Houston, del Apolo 8, primer viaje que alunizó, teniendo el privilegio de recibir el primer electrocardiograma del astronauta William Anders, que se mandó desde el espacio a la Tierra, el 4 de diciembre de 1968, con el que la medicina moderna daba un paso gigante en la telemedicina.

En 1993, después de convertirse en el primer médico mexicano especialista en la medicina aeroespacial, publica su libro La ruta hacia el hombre cósmico, texto que comento hoy debido a que el pasado 9 de octubre la NASA bombardeó la Luna en la búsqueda de agua para su posterior colonización.

El doctor Iglesias publicó su libro motivado por el cambio fisiológico que presentan los astronautas en su retorno a la Tierra, puesto que regresan con más estatura física, más delgados, los ojos se les vuelven rasgados y difícilmente se pueden conservar de pie, los cambios de tipo psicológico son aún mayores, vuelven con otra mentalidad, como el sentido de solidaridad y comprensión de los problemas del ser humano.

El doctor Iglesias inicia entonces un análisis de las opiniones de diversos autores como Charles Darwin, quien afirma que el medio ambiente cambia la fisiología del ser humano, y lo demuestra con el color de piel de las diferentes razas humanas que tiene el planeta.

La gente de color oscuro, que habita la región sur del planeta, posee esta pigmentación como un arma de defensa para protección de los rayos solares; los habitantes del hemisferio norte, por el contrario, carecen de pigmentación en virtud de que no reciben los rayos solares directamente. El doctor Iglesias, en su libro, rechaza que haya razas superiores a otras; afirma que lo que cambia es la capacidad de conocimientos adquiridos, pues el cerebro de todas las razas tiene el mismo peso y las mismas características.

Por otra parte, asevera que hay sólo dos planetas, Marte y Mercurio, y la Luna, que pueden, en un momento dado, albergar a la raza humana -aunque con algunos cambios que el mismo hombre puede realizar-, en el primero, afirma, hay estudios especializados que aconsejan instalar una especie de espejos gigantescos que atraigan la luz solar, mismos que al topar con los espejos, serán desviados hacia los polos de dicho planeta para provocar el derretimiento de la nieve que los cubre, con lo que se crearía el agua, tan necesaria para la vida.

Considera que el lugar más factible para albergar al ser humano se encuentra en las inmediaciones de la distancia que hay entre la Tierra y la Luna; hay estudios que indican que a mediados del presente siglo ya se podrá instalar una ciudad interespacial, con capacidad para alojar a diez mil personas, que contarán con una mejor calidad de vida y sus conocimientos serán inconmensurables, afirma también que el promedio de vida será de 200 años y su estatura física será descomunal, puesto que su cuerpo físico no tendrá la presión atmosférica. Esta trascendente obra del doctor Iglesias fue premiada a nivel internacional, a propuesta de los científicos rusos y, por su interés científico, acaba de ser traducida al inglés por el IPN, es una invitación a que volvamos la mirada al cosmos.

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