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CONDOMEDICS EN LA SALUD / ¿DÓNDE ESTÁ EL ERROR?

Dr. Evaristo Javier Gómez Rivera

Medico cirujano ortopedista

Miembro fundador del Grupo Condomedics

Presentó a la amable consideración de los lectores algunas reflexiones sobre un tema que en las últimas fechas toma actualidad en nuestra comunidad.

Que existe una responsabilidad en el médico nadie lo duda, está sometido a deberes y sanciones como cualquier otro profesional y aún cuando ejerza desinteresadamente, lo cual ocurre en la medicina con más frecuencia que en otras profesiones, es de tal trascendencia su misión que cabe exigir buen comportamiento y sobre todo buenos resultados porque están en juego los bienes más preciados: la vida y la salud.

El conflicto surge en el tránsito de la teoría a la práctica, en un caso concreto. ¿Cómo precisar cuáles son las responsabilidades, cómo y cuáles han de exigirse?

De los casos que hemos tenido noticia, excepcionalmente los tribunales han sido justos con el médico y por el contrario cuando han desechado la petición de responsabilidad han acertado casi siempre.

Procediendo de buena fe es muy difícil en rigurosa justicia exigir responsabilidad por perjuicios derivados de insuficiencia real o aparente de su acción. Esa responsabilidad no existe y el enfermo y/o sus familiares por mala pasión o por ignorancia la inventan o si existe no es al médico a quien precisamente debe exigirse. Las razones de la improcedencia en la mayoría de los reclamos parecen evidentes.

Más que reparación del daño se quiere venganza, más que remedio para futuros casos predomina el lucro, optan por el materialismo y fuera mejor decir gangsterismo porque actualmente ya no se trata de apetencia por los bienes materiales, que pudiera tener una justificación, sino la falta de escrúpulos para conseguirlos, que es lo que caracteriza al gangster. El enfrentamiento ha resultado francamente malo para los médicos y bueno para los profesionales de la ley donde la sociedad ya no acepta el error con generosidad sino que acecha los descalabros con una tarifa.

Ahora bien ¿Cuándo puede exigirse a los médicos responsabilidad?

Lo fundamental es que la medicina es una ciencia inexacta, porque existe la forma de reaccionar muy particular e individual del enfermo, situación que conduce a resultados infinitamente variables convirtiendo así el tratamiento aún el más rigurosamente exacto en un azar cuyo margen de error podrá disminuirse a fuerza de observación y estudio pero nunca eliminarse.

El enfermo debe aceptar el margen de inconvenientes y peligros como un hecho fatal como acepta también fatalmente su enfermedad. Esta afirmación pareciera mucho más atrevida de lo que en realidad es, nada que es exacto es atrevido desde el momento que se plantea con claridad.

La medicina como profesión es excelsa pero como ciencia es muy humilde, pedirle cuentas al médico de su fracaso con un criterio científico como el que se le pide a un ingeniero que ha calculado mal la resistencia de un puente o el peralte de una curva carretera es un verdadero disparate. Cuando el enfermo o su familia sospechan que se ha procedido torpemente ¿Quién es capaz de medir, juzgar o castigar su culpa? Si hubo diagnóstico equivocado o error en el tratamiento ¿Hasta dónde tiene el médico responsabilidad?

El médico es elegido libremente por el enfermo y cuando acude a consulta sabe o cree saber cuáles son las aptitudes profesionales del elegido y las de los demás que desecha. Al elegir tal o cual doctor y no a cualquiera acepta el margen posible de error que implica el ejercicio de la medicina puesto que supone en el elegido aptitudes para no errar superiores a los demás, por eso oímos a menudo en boca de nuestros enfermos frases como “vengo a ver si usted le atina” “vengo a que usted me cure” algunos aún más sensatos implican a la divina providencia y agregan “vengo a ver si usted le atina con la ayuda de Dios”.

Insisto en el hecho de que elegir a un médico entre tantos implica reconocer todo lo personal, lo individual, lo único que tiene el ejercicio de la medicina y por lo tanto de albures de acierto que también equivale a albures de errar. El hecho de ir a consulta ya encierra una expectación dramática que en algunos enfermos se convierte en angustia, de no ser así, el ir al médico, sería un acto mecánico como comprar un producto con control de calidad siempre igual.

Sin saberlo, el que acude al médico presiente todo lo que hay de desconocido de azaroso y de ahí su emoción, cierto es que se acerca con la fe tranquila y absoluta de que será curado pero eso no es un mérito del médico sino del enfermo.

Cuando la gente crea la reputación de un médico y al calor de esa reputación acuden a consultarlo lo hacen no porque sepa mucho sino porque tiene “buen ojo clínico” y ese ojo es siempre un azar. Son infinitos los casos de médicos bien informados que viven olvidados de la clientela porque los enfermos saben que no basta la ciencia para curar, es preciso cierto instinto y perspicacia para dar con el camino de la curación. La medicina exige una vasta erudición y una preparación científica ardua pero en el ejercicio, frente al enfermo el “ojo clínico” persiste. El mejor médico será el que reúna las dos cosas: ciencia y visión y de faltar una el éxito será del que con poca ciencia, tenga buen “ojo clínico” y no del muy sabio pero miope.

Si elige a un médico que se cree pueda acertar, también consciente o inconscientemente admite la limitación de la ciencia y por lo tanto la posibilidad del error que el acierto empírico lleva escondido en su seno.

Si el acierto no ocurre ¿Cómo pedir responsabilidad al que no acertó a pesar de su voluntad para lograrlo? Siempre es posible escoger al médico que pueda acertar, deseo legítimo que elimina en gran parte la responsabilidad de ese médico si su gestión resultara desgraciada.

Lo único que puede y debe exigirse al médico es buena fe, voluntad de servir, honradez a toda prueba y moralidad absoluta, si falla, si será culpable claro es, pero de otra clase de delitos cuya sanción nadie será capaz de discutir.

www.condomedics.com.mx

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