La seguridad dominará el ambiente durante el encuentro que sostendrán esta semana los presidentes Felipe Calderón y Barack Obama, en la Ciudad de México.
Es una lástima porque la ocasión se veía propicia para lograr nuevos avances en el comercio, la economía y la inmigración.
Por complacencia o negligencia, tanto el Gobierno Mexicano como el norteamericano "olvidaron" en los últimos años combatir de frente a las bandas del narcotráfico que operan en ambos lados de la frontera, pero que en México encontraron un mejor refugio.
Al mismo tiempo Estados Unidos dejó al garete la guerra en contra del consumo de las drogas por enfocarse a la lucha contra el terrorismo y a las guerras de Irak y Afganistán.
Hoy en día la sociedad norteamericana ha reducido el consumo de tabaco y en parte del alcohol, pero las drogas invadieron sin misericordia todos los rincones de este país sin importar sexo, nivel social, educativo y económico.
Tanto en escuelas preparatorias como universidades, además de bares, antros y discotecas, las drogas son adquiridas de manera fácil y a precios accesibles.
El monstruo ha despertado y la sociedad norteamericana se encuentra alarmada ante los altos índices de violencia y criminalidad que afectan a la frontera mexicana y que amenazan con permear a los Estados Unidos.
Los norteamericanos que conocen poco de los asuntos fronterizos creen que con la construcción de la segunda barda metálica se frenará el tráfico de drogas e indocumentados y por lo mismo se pondrá un "hasta aquí" a la narcoviolencia.
Se les olvida que la droga ha cruzado a lo largo de los años por la misma frontera en grandes cantidades para ser consumida por jóvenes y adultos quienes financian a los narcos mexicanos en red con Estados Unidos, Colombia y otras mafias regionales.
Extrañamente hasta ahora los gobiernos advierten que son miles de millones de dólares los que regresan a México en billetes verdes, armas, vehículos, propiedades inmuebles e inversiones financieras sofisticadas.
Tuvo que publicar la revista Forbes al capo Joaquín "El Chapo" Guzmán con una fortuna de mil millones de dólares para enterarnos que la mafia mexicana no sólo es poderosa en armas y organización, sino también en su capacidad financiera.
Las autoridades de ambos países catalogan al tráfico de armas como uno de los mayores peligros de la narcoviolencia, pero desdeñan que es la drogadicción la que mantiene atrapados a millones de adictos en Estados Unidos.
Será lamentable que los acuerdos entre Calderón y Obama giren en torno a más recursos, agentes y armamento para combatir a las mafias del narcotráfico, es decir sólo a los efectos y no a los síntomas de esta grave enfermedad llamada drogadicción.
A un lado quedarán los acuerdos financieros y comerciales para impulsar la economía de la región y desarrollar al gran mercado de América del Norte que conforman Canadá, Estados Unidos y México.
Y muy poco o quizá ninguna palabra escuchemos de la célebre reforma migratoria que obviamente no figura entre las prioridades del presidente Barack Obama.
De una relación política complicada pasamos en los noventa al intercambio comercial que instauró el TLC y que resultó un éxito en los últimos años.
Pero hoy el discurso se tornó policiaco. Por desidia de los gobiernos los narcotraficantes se adueñaron de la tranquilidad y de la vida pública de nuestras sociedades.
Calderón y Obama tienen que acordar medidas para frenar de una vez por todas la narcoviolencia, pero a la vez darse tiempo para iniciar negociaciones en los demás asuntos de vital importancia para el futuro de nuestras regiones.
Somos vecinos distantes, pero dos vecinos obligados a superar diferencias y a aprovechar las ventajas de sus economías, culturas, educación y riquezas naturales. Si los europeos lograron zanjar enconos históricos, ¿por qué no México y Estados Unidos?
