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DRA. MA. DEL CARMEN MAQUEO

¿Y EL FESTEJADO?

El día de ayer se celebró el vigésimo cuarto aniversario del fenómeno natural más grave que ha sufrido nuestro país, el sismo que en 1985 arrasó con buena parte de la Ciudad de México. Para quienes de alguna manera fuimos testigos de lo sucedido aquella mañana del 19 de septiembre, los eventos se hacen presentes como si acabaran de ocurrir; todavía parece que volvemos la vista en derredor y no damos crédito a lo observado, altos edificios en pocos minutos quedaron convertidos en una plancha única dentro de la cual murieron prensadas familias enteras. De alguna manera todos tenemos algo que platicar, en mi caso el que mi señor padre, quien viajaría en esas fechas a la Ciudad de México, y pararía en el Hotel Regis (del cual no quedó nada), hubiera cambiado sus planes de último momento.

De igual modo vienen a mi memoria esos niños milagrosos del Centro Médico, más de una veintena de recién nacidos quienes sobrevivieron casi tres días entre escombros, al lado de sus madres muertas. Viene el recuento de los daños, familiares y amigos de muchos mexicanos que simplemente desaparecieron entre montones de tierra, posiblemente para no recuperar jamás sus cuerpos.

Dentro de esa tragedia que nos marcó como nación, surgieron sin embargo las historias llenas de esperanza; el modo como fueron saliendo de aquí y de allá héroes anónimos que comenzaron a organizar y a dirigir cuadrillas de rescate. Vecinos que vivieron su propio luto ayudando a otros vecinos a salvar la vida de sus familiares; redes de apoyo que se extendieron desde diversos puntos del país y del extranjero para ir a socorrer a quienes todo lo habían perdido.

En aquel entonces tenía a mi cargo el Departamento de Enseñanza del Hospital de Zona del IMSS en Piedras Negras; los becarios de pregrado provenían en su mayoría de la Ciudad de México, por lo que la entrega de guardia de aquella mañana, a escasos minutos de ocurrido el sismo, estuvo acompañada de un silencio eléctrico. Los jóvenes habían enmudecido al no saber cómo se encontraban sus familiares; eran tiempos donde la telefonía celular no existía, de manera que no fue sino hasta que pudieron comunicarse a sus casas a través del teléfono del hospital, como aquella densidad en el ambiente comenzó a ceder. Afortunadamente nadie de su familia directa resultó afectado; un par de horas después el sistema de telefonía había caído, y el único medio que se tenía en provincia para saber de familiares y conocidos de la Ciudad de México, eran unas largas listas de nombres de sobrevivientes que transmitían a lo largo de las veinticuatro horas las cadenas televisivas nacionales.

Y hablando de televisión: El gobierno de Felipe Calderón, el presidente más mediático que hemos tenido, acaba de comenzar la emisión de spots televisivos con motivo del Bicentenario de la Independencia, y Centenario de la Revolución, mismos que habrán de celebrarse dentro de un año. Muy bien elaborados por una reconocida firma productora de “infomerciales”, presentan grupos de niños de diversos puntos del país cantando las “mañanitas” a México… Ciertamente hay mucho que celebrar, aunque no está el horno para bollos, no está como para empezar a hacer dispendios de alrededor de cien mil dólares diarios como mínimo, por todo un año, para los spots. Quisiera ver que se celebrara utilizando ese dinero en reparar vías de comunicación, redes de drenaje y viviendas que han resultado destrozadas por las recientes lluvias. Celebrar ampliando los procedimientos incluidos en el Seguro Popular, porque hasta hoy el paciente acude a consulta, y si requiere de estudios u otros procedimientos instrumentales especializados, tiene que pagarlos de su bolsa, y cómo le hace si apenas le alcanza para comer...

Quisiera que ese mismo dinero se invirtiera en el campo, sin intermediarios, que llegara directamente a las manos de los campesinos, para que siembren y cultiven. Que se invierta en educación, y así nuestras mujercitas tengan más instrucción que las vuelva autosuficientes y las prevenga de embarazos tempranos arriesgados... Quisiera que todos celebráramos viendo regulados sueldos y salarios; que se recorte el número de diputados y funcionarios. Que nuestros ediles y cuerpos policíacos actúen dentro del marco de la ley, y no valiéndose de ella para turbias complicidades.

Señor Presidente: Es el modo como yo desde esta modesta tribuna, propongo que se inviertan los al menos cien mil dólares diarios multiplicados por trescientos sesenta y cinco días que costarán las “mañanitas” televisivas. Y cuánto más se lograría si funcionarios que perciben salarios millonarios, una bofetada para el pueblo, cobraran sueldos razonables, y esas exorbitantes sumas del erario público se invirtieran en bienes y servicios para beneficio de nuestro querido México, a fin de cuentas el festejado. Pero en fin, ésa es otra historia...

maqueo33@yahoo.com.mx

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