M Ientras balaceras y matazones tienen lugar, igual en Monterrey que en Ciudad Juárez, mientras la guerra contra el narco continúa entre bandas y Gobierno, en Guadalajara se lleva a cabo la más grande feria del libro de Latinoamérica y una de las más destacadas en el mundo.
En Monterrey levantaban más de quince cadáveres, al tiempo que en Guadalajara la gente asistía entusiasmada a las presentaciones de libro, gozaba de los homenajes a uno de nuestros grandes escritores José Emilio Pacheco y participaba en conferencias, en talleres para jóvenes enamorados de la poesía. Durante la última semana de noviembre de cada año Guadalajara se convierte en la capital del mundo librero y México se presenta en la escena internacional como un país que se conoce por su literatura sus escritores, por su cultura. Excelentes noticias, contrastadas con lo que sucede en otras ciudades. Pero, siempre hay un pero, la otra realidad que no podemos esconder es, así más cruda. Durante el presente año, solamente en Ciudad Juárez la cifra de muertos por el narcotráfico va arriba de seis mil personas; los habitantes de la ciudad fronteriza han salido a las calles a manifestarse contra esta guerra que los tiene secuestrados y les ha hecho perder su paz; la economía de una ciudad que pudiera ser boyante se vuelve precaria con estas amenazas. ¿Quién en medio de este estado de cosas puede pensar en cultura, en leer, en libros, en actividades que lo saquen de ese marasmo en el que vive?
En Guadalajara lo han logrado. La feria internacional del libro es un éxito en todos sentidos, los libreros venden, el mar de gentes llena diariamente los pasillos de los módulos de venta de cerca de dos mil editoriales, instaladas en 34,000 metros cuadrados de área de venta y asisten más de medio millón entre niños y adultos. La derrama económica para la ciudad es importante. Los eventos se llenan de jóvenes ávidos de aprender y de leer las últimas novedades editoriales. La feria del libro muestra una cara muy distinta de país, de la que se vive en Juárez o Monterrey, ciudades flageladas por el narco. No cabe duda, en México vivimos los contrastes; es que somos muy intensos, me diría mi sobrina Ana Gabriela. Vivimos en los extremos. Y muchas veces esta manera de ser no nos permite ver el camino con más claridad, ir por el medio del camino significa que podemos movernos con más libertad que si vamos siempre en la orilla.
La semana pasada el zócalo capitalino se convirtió en enorme pista de hielo. Ahí están las familias enteras probando por primera vez la experiencia de patinar en hielo. El zócalo es una réplica de la pista en el Rockfeller Center de la ciudad de Nueva York. ¿Por qué nada más los neoyorquinos, se preguntaría Marcelo Ebrard, por qué nosotros no? Y ahí está su pista de hielo. Mientras eso sucede en la capital, qué contraste, aquí en Torreón terminamos el año con los conflictos de los funcionarios municipales de confianza que se quieren sindicalizar. ¿No podrían mejor estar pensando en cómo mejorar los servicios y dejar la ciudad en orden, en lugar estar viendo cómo quedarse en la nómina?, pregunto.
También en el ámbito mundial se viven las contradicciones, lo dijo ayer Obama en su discurso al recibir el Premio Nobel de la Paz. "Las imperfecciones del hombre y los límites de la razón implican que muchas veces deberá derramarse sangre antes de lograr la paz", expresó Obama, para justificar el porqué su Gobierno está en guerra con Afganistán. "El uso de la fuerza es a veces necesaria y moralmente justificables, aunque su costo será siempre elevado" afirmó. Habrá muertos y tragedia. También en otros lugares del mundo se viven contrastes. En el corazón de cada uno de nosotros hay siempre ambivalencias, polaridades, extremos, contradicciones.
Nos espanta darnos cuenta que la guerra está en muchos lados, muertos todos los días, pero en el camino busquemos, como bien dijo ayer el presidente Obama los ingredientes para nutrir la paz justa: gozar de seguridad económica y oportunidades, educación que tanta falta nos hace a los mexicanos, gozar de libertad, buscar acuerdos entre personas y naciones, respetar los derechos humanos, promover inversiones que desarrollen a los pueblos, como puede ser una feria del libro, que aquí en Torreón se dejó de organizar. No perdamos la esperanza de ser creativos en la búsqueda de soluciones y sobre todo buscar la paz, que en estos días puede estar más presente en nuestros corazones.