El sentir general en el mundo entero es que la XV Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague del 7 al 18 de diciembre, fracasó en su intento de lograr que los países industrializados aceptaran reducir la emisión de gases de invernadero. La Organización de Naciones Unidas, basada en las estimaciones del panel intergubernamental de expertos sobre cambio climático, intentó lograr el acuerdo de reducir colectivamente las emisiones de gases de efecto de invernadero de los países desarrollados entre un 25% y un 40% para 2020 en relación a las emisiones que se tenían en 1990. El fracaso de esta iniciativa refleja un escaso compromiso político en la lucha contra la catástrofe climática, la oportunidad de evitar este desastre por parte de los representantes políticos de los países participantes, no fue aprovechada y se difiere nuevamente a la siguiente reunión que se llevará a cabo en México.
Los acuerdos mínimos conseguidos en la Cumbre suponen que el calentamiento global en 2020 no rebasará los 2 grados centígrados, aunque no hay detalle de cómo se podría lograr esto. El problema continúa en aumento: el dióxido de carbono, principal gas de efecto de invernadero se ha incrementado de un 30% a un 35% en la atmósfera y el metano en un 150%. Esto significa que cada año se acumulan 3.5 mil millones de toneladas de carbono en la atmósfera. El uso de los combustibles, principal productor de gases de invernadero, sigue aumentando, la deforestación tropical, que produce también grandes cantidades de dióxido de carbono, es cada vez mayor. ¿Cómo entonces se pretende evitar el desastre climático? ¿En qué momento podremos afirmar que se está invirtiendo en un crecimiento ecológico de bajo índice de carbono?
Un aspecto fundamental para enfrentar el problema del calentamiento global, es el carácter vinculante de los compromisos de los países para reducir las emisiones de los gases de invernadero. En el protocolo de Kioto el compromiso de 37 países ricos era legalmente vinculante, en el nuevo acuerdo de la Cumbre de Copenhague desapareció la necesidad de alcanzar un nuevo tratado con esta característica, quedando pendiente para la siguiente Conferencia sobre cambio climático.
Para poner esto en perspectiva, quizá habría que recordar cómo se logró mitigar las emisiones de sustancias que afectaban la capa de ozono, un problema típicamente global como el cambio climático. Fue la coherencia entre los diferentes actores lo que permitió abatir la generación de contaminantes, dicha coherencia se expresó en una relación o vínculo de las diferentes políticas públicas y acciones realizadas. Provencio describe este proceso vinculante de la siguiente manera:
La relación virtuosa fue "del (1) conocimiento científico a (2) la alerta mundial, pasando por (3) la diseminación mundial; tras lo cual operó un (4) diseño multilateral bien dirigido a resultados, con (5) una organización internacional eficiente y con (6) la creación de regulación y mecanismos nacionales; que han contado con (7) financiamiento y cooperación asignados en todo el mundo en un arreglo según prioridades para reemplazar productos y procesos a escala local, a partir de (8) tecnologías disponibles que se adaptaron y aplicaron aceleradamente, y con un (9) monitoreo global que fue corroborando o ajustando el cumplimiento de metas e indicadores gracias a la disponibilidad de (10) sistemas de observación científica". Gracias a esta vinculación virtuosa fue como se pudo solucionar un problema global como el de la destrucción de la capa de ozono.