"El más delicioso de todos los privilegios: gastar el dinero de otra gente."
William Cabell Bruce
Nos dicen que es el costo de la democracia. Pero habría que preguntarse si no es un ejemplo más de la picaresca mexicana que permite a unos cuantos vivir y prosperar del sacrificio de los contribuyentes.
México tiene uno de los sistemas electorales más caros del mundo, con el añadido de que el costo se le cobra en buena medida al erario. Cada uno de los votos que se emitieron el pasado 5 de julio le costó al contribuyente más de 500 pesos. Pero si se añaden los costos ocultos, públicos y privados, el total posiblemente supere los 700 pesos por voto. Por eso se dice que los nuestros son los votos más caros del mundo.
En este 2009 el IFE y los partidos políticos están ejerciendo un presupuesto oficial de 12,180.7 millones de pesos (acuerdo de ajuste al presupuesto del IFE CG953/2008). Los partidos políticos son responsables de 3,730.6 millones de este total. A este monto, que es superior a la facturación de muchas de las grandes empresas de nuestro país, hay que agregar 1,998 millones de pesos del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Los institutos y tribunales electorales estatales también nos cuestan dinero; y aunque ninguna fuente ofrece una estimación de su costo anual sumado, podemos calcular otros 2,000 millones de pesos.
Estos costos, sin embargo, no agotan el gasto electoral. Los partidos y los candidatos reciben aportaciones privadas y las emplean siempre y cuando no rebasen sus límites oficiales de gasto. Algunas de estas aportaciones, sin embargo, se realizan sin registros contables. Hay entrevistas y coberturas de radio y televisión que son apoyos, pero para las que no hay un aparente intercambio de dinero. Muchos candidatos reparten despensas, costales de cemento o láminas sin que nunca revelen de dónde vienen estos productos ni cuánto cuestan. Las empresas transportistas proporcionan autobuses gratuitos para mítines y acarreos de votantes. Los gobiernos utilizan también recursos públicos para apoyar al IFE y a sus funcionarios sin que esto se contabilice como gasto electoral. ¿Recuerda usted cuando el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, le "prestó" un helicóptero al presidente del IFE, Leonardo Valdés? ¿Cuánto quiere usted que valgan todos estos apoyos extraoficiales? ¿Otros dos mil millones de pesos?
Pero ahí no acaba el cuento. Los tiempos de radio y televisión que el IFE y los partidos políticos han expropiado tienen un valor comercial. Nada más en Televisa y TV Azteca a nivel nacional los 632 minutos "sin valor" tomados por el IFE y los partidos políticos habrían tenido un costo comercial, con un 40 por ciento de descuento por volumen y considerando los ratings de los horarios de transmisión, de 4,486 millones de pesos. Al añadir los costos de permisionarias, emisoras locales y radiodifusoras estaríamos hablando seguramente de unos mil millones de pesos adicionales.
Si sumamos todas estas cifras, el total se eleva a 23,464 millones de pesos. Tan sólo el costo del IFE, los partidos, los institutos y tribunales locales, de 16,176 millones de pesos, equivalen a 502 pesos por cada voto válido (32,224,722) en la elección del pasado 5 de julio. Con los costos ocultos, la suma rebasa los 700 pesos por voto.
Nos dicen que es el costo de la democracia. Que los mexicanos no podríamos tener elecciones limpias y justas sin gastar muchas veces más que cualquier otro país en las elecciones. Yo lo dudo. Parece más bien un complot para apropiarse de dinero ajeno.
Al final los militares le ofrecieron disculpas a Manuel Espino, el ex presidente nacional del PAN, tras irrumpir en su casa de Ciudad Juárez sin una orden de cateo durante una fiesta juvenil el sábado 15 de agosto. Pero el hecho subraya que se ha hecho costumbre que, sobre la base de llamadas anónimas, soldados o policías están allanando moradas sin ninguna orden judicial en todo el país.
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