EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Crecimos juntos

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Torreón, noviembre nueve.

Querido Alberto:

Hace tanto que no coincidíamos, quizá desde que viniste al Alvarado en Gómez Palacio.

Pero poco importa, porque siempre has estado cerca de mí al través de tus canciones. Desde que te escuché interpretar a Atahualpa, allá por el sesenta y nueve. Por eso hoy quiero, emulando un poco tus canciones, escribirte estas líneas a manera de recuento.

De aquella ocasión a ahora has producido muchas más canciones y temas, aunque todos ellos cargados de sentimientos y nostalgias, esos sentimientos que son tan tuyos. Porque pienso que hemos crecido juntos.

Sin embargo y no obstante ser tan tuyos, todos nos vemos reflejados en ellos.

Así, "Cuando le dije a mi padre, que me iba echar a volar...", nos recuerda esos momentos en que hicimos lo propio y mientras la madre trataba de evitar la partida y mandaba mil bendiciones, el padre nos decía: "Anda vete...que a mí me ha pasado igual, también me fui de la casa cuando tenía tu edad".

En tu canción: "Alma mía", nos vemos también reflejados, porque cuántas veces hemos andado con el alma a rastras y aún así debemos continuar caminando, porque cada camino es un destino y no sabemos a ciencia cierta a dónde nos llevará.

Igualmente, hemos conocido a muchos "Juan Golondrina", hermanos nuestros que viven en la calle sin saber dónde pasarán la noche. En ocasiones nos compadecemos de ellos y los ayudamos de alguna manera, pero quizá sólo sea para apaciguar nuestra conciencia, porque no aceptamos las injusticias de esta vida y estamos conscientes de que "no tenemos derecho a lo superfluo, mientras alguien carezca de lo estricto".

¿Y qué decir del amor y la ternura? Cuántas veces hemos también mendigado por "miguitas de ternura", por pequeñas caricias y un poco de cariño. Muchas Alberto, han sido muchas y en ocasiones las encontramos y en otras simplemente nos quedamos con las ganas de recibirlas.

Sin embargo, seguimos amando "como el primer día", porque sabemos que en algún lugar, habrá alguien a quien podamos reciprocar esa ternura y hacernos uno con aquella persona.

Y en "cuántos rincones del alma", llevamos escondidas nuestras propias tristezas y alegrías. Pasamos por la vida guardando recuerdos de todo tipo, de placeres inconfesables y derrotas dolorosas que sólo nosotros sabemos cuánto nos pesan.

Mas seguimos "caminando, siempre adelante", pensando que hay un mañana mejor, lleno de luz y con nubes de algodón, en donde podremos descansar nuestras miserias y fatigas; y volver a levantar la vista para continuar la marcha.

"Te llegará una rosa", cada día, para decirle a alguien que la sigues amando. Que a pesar de todos los pesares y las mil pruebas que nos ponen, seguimos albergando amor, porque es lo único valioso de la vida.

Y vamos dejando poemas sueltos a lo largo del camino, prendidos de un recuerdo, una falda o una reja. Son también jirones del alma que se quedan prendados en el tiempo. Poemas que quizá nunca leerán otros ojos más que aquellos para los que fueron escritos.

Tú tienes, querido amigo, la suerte de compartir con todos nosotros tus poemas y sentimientos. Dejar que otros los valoren y los hagan suyos, porque debes recordar que los poemas y las canciones no son de quien las escribe, sino del que los necesita.

Te vi, ahora, algo cansado, pero muy vital. Sabes, es porque la vida avanza y querámoslo o no, nos vamos volviendo viejos; aunque a mí me alegra haber envejecido escuchando a hombres como tú que tienen y han dado tanto a sus contemporáneos.

Tenemos que pensar que "a partir de mañana", debemos seleccionar mejor nuestras comidas, bebidas y placeres, porque la vida nos los va arrancando poco a poco y nos deja sólo los recuerdos o algunos otros que ya no nos satisfacen tanto.

Nos quedan, eso sí, los buenos amigos, los que siguen a nuestro lado y nos dan grandes alegrías.

Pero otros más se han ido para siempre y eso duele, pues como tú lo dices: "Cuando un amigo se va, queda un tizón encendido, que no se puede apagar, ni con las aguas de un río".

Esa noche cuando cerrabas tu presentación con esa canción, no pude evitar sentir una gran tristeza, aunque estoy consciente de que era mi egoísmo el que afloraba, pues hubiera querido tener a todos mis amigos conmigo hasta el último de mis días.

Sé que eso no es posible y que ellos seguirán viviendo en nosotros mientras los recordemos. Pero, sabes, me hacen falta, mucha falta.

En fin, querido hermano, sólo quería desahogar con estas líneas, todo lo que sentí, cuando te volví a encontrar, porque de alguna manera tengo que tratar de sacar todo esto que me oprime el alma.

Pero como siempre: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 477885

elsiglo.mx