Ojalá y el cambio en la Secretaría de Hacienda signifique el fin del reinado de los financieristas que durante tantos años han manejado los destinos del desarrollo nacional.
Es cierto que ellos han logrado en los últimos años sortear las crisis internacionales manteniendo relativa estabilidad del poder adquisitivo del Peso. Los últimos cálculos de la inflación para el año de 2009 son del orden de 4.6% que se compara favorablemente con otros países en desarrollo emergentes. La paridad del Peso se ha mantenido dentro de una franja adecuada. Las reservas están sólidas.
Los monetaristas han hecho su tarea, pero, como pasa en muchos países, la brecha entre ricos y pobres se ha venido ensanchando. Los datos de pobreza alimentaria, patrimonial y social, han empeorado. Desde hace tiempo necesitamos medidas que amainen el sufrimiento y creen condiciones para multiplicar las oportunidades de progreso personal en nuestra sociedad discriminadora al empleo. No hay que esperanzarse demasiado, pero los registros de empleo en el IMSS han subido en los últimos meses.
Pero el país sigue sin políticas de desarrollo, no hay políticas industrial, ni agrícola, ni de empleo, como tampoco, por cierto, política cultural. Faltándolas, el Gobierno sin planes claros ha avanzado a tientas sin más objetivo que fortalecer las estructuras macroeconómicas.
Los indicadores más recientes de la OCDE y del BM han dado a entender que si no luchamos contra la desocupación y no se emprenden programas serios de financiamiento de apoyo a programas de educación y de capacitación, la miseria simplemente va a abrazar al país y destruir sus energías.
Los datos que leemos sobre la economía de México son paradójicos y contradictorios. Mientras todos percibimos que la recesión se agrava y que el año 2010 traerá mayores sacrificios, surgen cifras duras que hablan de que hay alivio en los últimos meses del 2009 y que el próximo registrará crecimiento. ¿Estadísticas que pueden leerse de cualquier manera que se quiera? Podemos recordar que los números sirven para decir todo lo que se quiera.
Las Secretarías de Desarrollo Social y de Hacienda no se han unido en una misma cruzada nacional en el mismo sentido que se dice que Hacienda y Economía lo han intentado esporádicamente a lo largo de los años.
Ahora necesitamos precisamente una fórmula que engrane la política de Hacienda, la de los impuestos y los presupuestos de egresos, con la que exige el combate a la pobreza. Los nombramientos de Ernesto Cordero y Heriberto Félix lo insinúan. De hacerse esta novedosa coordinación los beneficios para la nación serían históricos.
Los cambios que Calderón ha ordenado en su Gabinete pueden ser señal de que en la segunda mitad de su administración la prioridad será adaptar la política monetarista a las necesidades sociales de educación y empleo.
Si es ese el caso, en primer lugar habrá que enderezar la política y la acción educativa sabiendo que tardará más de dos sexenios en fructificar, siempre y cuando haya constancia en el empeño.
En segundo lugar hay que instaurar programas de apoyo efectivo a la producción agrícola para elevar el nivel de vida y retener la población rural con polos de desarrollo para así frenar la migración de su juventud hacia las ciudades o al extranjero. En tercer lugar urge orientar la industrialización proponiendo metas sectoriales claras a los empresarios para atender el creciente mercado interno que está siendo surtido más y más con artículos extranjeros marginando a nuestros trabajadores al mero ensamblaje.
Se ha comenzado tarde. Quizá no fue posible hacerlo todo a la vez: pretender aumentar el ingreso gubernamental, ampliar la base fiscal, contrarrestar presiones inflacionarias para acostumbrar a la población a ahorrar. Luchar contra la pobreza con Programas Sociales en medio de la recesión mientras que un Congreso hirsuto no ha aprobado lo necesario.
El que se haya decidido en Los Pinos que ya no se puede seguir esperando que todas las piezas caigan en su lugar asignado, puede explicar que un ex secretario de Desarrollo Social lleve a la Secretaría de Hacienda la visión social que nunca había formado parte de la mentalidad financiera. Hay que desearle éxito en ese ambiente tan soberbio y cerrado.