Ricos Quiches Lorraine en La Madeleine: de queso y espinacas, de queso y huevo, de atún, de pollo.
Los invito a un viaje gastronómico por tres de los restaurantes norteamericanos preferidos de este columnista y su familia.
Los hay en casi todas las ciudades de la Unión Americana, con la misma excelente comida, el mismo ambiente y el mismo buen servicio. Son, además, una muestra de la buena comida de Estados Unidos, por más que algunos piensan que allá sólo hay hamburguesas y hot dogs.
La Madeleine es el preferido de mi esposa porque ofrece comida francesa, vegetariana e internacional. ¡Claro! Preferimos la francesa, y nada mejor que comenzar con una ensalada pequeña, de lechuga tierna aderezada con queso parmesano y aceite de oliva.
Después, una taza de sopa de tomate o de cebolla, y de platillo fuerte un Quiche Lorraine de queso y espinacas. Una delicia. De postre, un gran pedazo de pastel Napoleón, que es de chocolate y vainilla, especialidad de La Madeleine.
Este restaurante ofrece otros platillos como sándwiches fríos o calientes de pavo, atún, pollo, roast beef y una buena selección de pastas y pollos rostizados. Tiene una sección de panadería y pastelería, con los típicos baguettes, panes de cebolla, ajo, y una gran variedad de pasteles.
La Madeleine conserva en todas las ciudades de Estados Unidos algunas características propias: Una gigantesca rueda de madera que antes servía para sacar agua del pozo, estantes con viejos libros en inglés y en francés, y otra curiosidad es que casi todo el personal es mexicano, pero vestido muy a la francesa.
En La Madeleine usted puede llegar y pedir un café, y le entregan la taza vacía, el platito y la cucharilla. En otra sección están las cafeteras con distintas clases de café, cremas, leche, y grandes cestas con envases de mantequilla y mermelada. Usted se sirve el café que quiere, lo prepara, y ocupa una mesa. Después puede servirse una buena porción de rebanadas de pan blanco o de centeno, mantequilla y mermelada al gusto, y disfrutar de un desayuno simple por el precio de una taza de café. Algunos lo hacen.
Otro de nuestros restaurantes preferidos es el "Red Lobster", con especialidades del mar. A la entrada, una gran pecera con langostas vivas para que usted escoja la que quiere comer. En el menú, el mejor platillo lo forman media langosta, media docena de grandes camarones, una papa gigante preparada con mantequilla, crema y la cola verde de los cebollines. Hay cien especialidades más, pero ésta es la mejor, que puede acompañar con la cerveza del país que quiera, pues en Red Lobster hay una gran variedad de distintas marcas, o si lo prefiere de una buena botella de vino blanco.
La decoración de esta cadena de restaurantes es marinera cien por ciento. En las paredes y en el techo, redes de pesca, arpones, medios cascos de botes de pesca, fotos de pescados y de viejos pescadores, escenas marinas de Cape Cod y del Maine, de donde traen las langostas. El ambiente es sencillo pero la comida es deliciosa con olor y sabor a mar.
Ahora, cuando de comer una rica variedad de platillos se trata, nada como el restaurante "Lubys", que es una cadena nacional de más de 500 locales. Allí hay un servicio en el que usted toma su charola y sus cubiertos, la desliza por la barra para que le sirvan lo que se le antoje. No es comida buffet, porque usted paga lo que va a comer. La variedad es tentadora pues hay pescados, mariscos, carnes, pollo y platillos que complementan la selección original.
En lo particular, me encanta una ensalada chica, verde y fresca, y después el llamado "plato luan" que es una composición de tres cosas. Me gusta pedir una rebanada de pescado con una capa de gelatina, especialidad de "Luby's", y dos acompañantes: frijolitos blancos y camote glaseado. Se sigue la fila, y se llega a la sección de los postres.
¡Señores! Es una delicia ver uno junto a otro las rebanadas de pasteles de limón, queso, frambuesa, durazno, coco, chocolate, fresa y media docena más de otras delicias. Me gusta el pastel de limón, con su base de pan doradito y crujiente, una gruesa capa de dulce de limón copeteado de crema y huevo batidos. Y también el de coco, o el de durazno, o el de queso.
Lubys es un restaurante familiar, y no venden cerveza ni vino, sólo té, café o refrescos. Y por ello el ambiente es de mesas con familias completas con niños, pero todos están ocupados en disfrutar los ricos platillos que escogieron. La cuenta se paga al salir.