Delfina Cortés fue, sin duda, una de las influencias filosóficas más importantes en mi vida. Sin ningún título universitario o libro publicado, Delfina se dedicó básicamente a ser mi abuela, madre de mi madre y su mayor aportación cultural fue de orden culinario con unas salsas rojas tremebundas y de naturaleza lingüística, con un lenguaje florido pleno de sonoras e irrepetibles imprecaciones. Una abuela chilanga por antonomasia.
Supongo que los ausentes se agigantan con el tiempo y que el recuerdo filtra las asperezas y deja sólo los recuerdos dulces. No sé si tengo recuerdos dulces de mi abuela ya que en mi memoria viven sus guisos de chile de árbol que eran todo menos endulcorados: de hecho eran genuinos cócteles bomba, realmente deliciosos, pero el placer corría paralelo al dolor (¿Delfina habrá leído al Marqués de Sade?) y es que mientras más comía uno más hambre daba y el estómago se convulsionaba con el derrame masivo de exquisito ácido. Cuántas horas habré pasado en el baño víctima de los magníficos guisos de la abuela (horas que por lo demás dedicaba a la lectura así que Delfina es responsable indirecta de mi educación).
No pretendo hacer una apología biográfica de mi abuela, sólo resaltaré una afición que solía tener. Mujer social, gustaba de chacotear en la iglesia con las chicas de su edad (muchas ellas viudas) que, no por mucho rezar, dejaban de sucumbir ante el pecado en mayor o menor medida. En este punto es donde Delfina explotaba, (tenía vista láser para la paja en el ojo ajeno) y de plano iba a las casas de las viejitas en cuestión a decirles sus "claridades". Quién mejor que la abuela, que hablaba como preparaba salsas, con ardor, sabor y veneno, para decirles a las debutantes de la tercera edad cuántos errores morales cometían y de qué pie cojeaban (había algunas que cojeaban de los dos así que no hay que tomárselo literal).
La abuela salía furiosa, "Voy a decirle sus claridades a doña Piedad" y regresaba, un par de horas después, ya tranquila... "se las dije y re'sabroso". Dios sabe si las pecaminosas amigas de la abuela enmendaron el camino. Digo todo esto porque he encontrado otra mujer que gusta de echar claridades a los cuatro vientos: Denisse Dresser. Pasar sin escalas de mi abuela Delfina a la analista y politóloga Denisse Dresser es un paso mortal, yo lo sé, pero muy necesario. Encuentro similitudes significativas: Denisse habla como la salsa de la abuela. No se puede ser indiferente, queda uno prendido de sus palabras que por lo demás son ásperas pero muy bien dichas. Entre el temperamento de barrio de la abuela y el estilo fresota e english spoken de la Denisse sí hay un abismo. Pero el punto es que da gusto que alguien llegue a la casa del vecino, con la beligerante intención de decir las claridades.
Un placer para mí ha sido ver y escuchar el discurso de Denisse frente a los senadores. No lo conocía y hoy que un amigo me lo hace llegar lo comparto con ustedes. Pueden ingresar a www.youtube.com y escribir en la barra buscadora "Denisse Dresser-México ante la crisis". Lo que dice Denisse Dresser es de suma importancia y es la perfecta mezcla entre el "qué poca" y el "ya estuvo". Esto en las narices de Manlio Fabio Beltrones y todo el aquelarre político. En este México tan lastimado una buena salsa y un discurso coherente siempre se agradecen. Dios bendiga a las mujeres claridosas.
Sufro de parálisis neuronal. Hay tantas cosas que comentar que me bloqueo: Julio Preciado destrozando el Himno, el Pozolero y sus aderezos, el Santos y sus descalabros, hombre, que en la crisis la realidad se torna alucinación. Va pues el abrazo y nos leemos la próxima semana.
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