En 1888 el médico español Santiago Ramón y Cajal observó y desentrañó el funcionamiento del sistema nervioso central. En maravillosas láminas que remiten al arte abstracto, Cajal dibujó las neuronas y sus complejas ramificaciones. Si consideramos que se llegó a creer que el cerebro era un mero aparato enfriador de semen podremos apreciar en toda su magnitud la obra de Cajal. Uno puede saber las partes del mecanismo, pero sus manifestaciones son infinitas y escapan a la comprensión.
Tengo el placer -como supongo que lo tendrás tú- de conocer a más de un cristiano cuyas neuronas se enredan de forma caprichosa desafiando toda explicación. En este ambiente de artistas en el que me tocó pulular abundan los ejemplos: Carlos Reyes es un poeta excelente y también vende unas crepas de re chupete. Paty Hernández es funcionaria pero le da por ponerle ruedas y picos de ave a las tacitas de té que habitan su obra. Román Eguía levanta una ramita diminuta de la calle y la agiganta en un cuadro de metro y medio. Alfredo Esparza hace mezcal curado con menta y Damiana (pa la potencia) y aparte es un fotógrafo excepcional. Teresita Hernández se viste de maestra universitaria en la mañana y por la tarde hace ilustraciones para niños de una delicadeza increíble. Chuy Flores toma estremecedoras fotos del sector Alianza y también cubrió con hoja de oro un clavicembalo del Siglo XVIII. Mike Espinoza escribe estupendos cuentos, dibuja como un maestro y canta rolas de Ozzy Osbourne meneando la mata todos los viernes. Están bien zafados y son laguneros. Allá Ramón y Cajal sería el único capaz de explicarme cómo es que las neuronas de estos cuates se hacen trenza para generar tanta loquera. Al fin, se dedican a lo suyo, aportan su granito a la sociedad. Igual, menos o peor de loco estarás tú, que por casualidad lees esta columna. Cada quien hace lo propio.
¿Te acuerdas de la canción de Serrat? "Tú enciende el sol, tú tiñe el mar y tú descorre el velo que obscurece el cielo y tú ve a blanquear, la espuma y la nube, la nieve y la lana y tú conmigo a cantar la mañana. Hay que empezar un día más, tira pa'lante que empujan atrás, y póngase el calcetín paloma mía, y véngase a cocinar el nuevo día. Todo está listo el agua el sol y el barro pero si falta Ud. no habrá milagro". Así de sencillo: el milagrito de ganarse la vida, las sonrisas, la cheve y el abrazo de cada día. ¿Por qué hablo de mis amigos y de Cajal y de que tú enciende el sol y tanto de chile y manteca? Porque la verdad no sé cómo empezar y menos sé cómo acabar (o cómo acabará) todo esto. El martes, como muchos en la ciudad, viví de cerca una balacera.
Amigos y familiares nos hablamos para ver si estábamos bien, completos, vivos. En el foro del siglo un usuario escribió algo significativo: "uno sabe que sale de su casa, pero no si va a regresar, esto está horrible, ya no sabe uno ni qué hacer, ¿y luego? A quién le reclamamos, un hijo le reclama a su padre por no cuidarlo ¿y nosotros a quién?". Esto se llama indefensión. Y uno tratando de encender el sol y teñir el mar. De trabajar y estudiar. Y las calles se convierten en una pesadilla donde la vida se puede esfumar. Mi frustración se exacerba cuando escucho los discursos oficiales que barnizan y ocultan lo que ya para todos es evidente. Ramón y Cajal lo dice: "Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo". Le dejo esta frase a los funcionarios que les corresponda. Yo, como tú, mal que bien, salgo al trabajo. A encender el sol, aunque la noche se cierne.