En algún momento de los ochenta vi la película nueve semanas y media, con Kim Basinger y Mickey Rourke. Bendito aquel que como yo, recuerda ese filme, joyita del erotismo de video club, dirigida por Adryan Line (que también hizo la magistral Jacob→ s Ladder) y teñida por una atmosfera vaporosa y de obscuridades sugerentes. Basinger y Rourke intiman en circunstancias que van del sutil erotismo al sadomasoquismo. Hay de todo: ojos vendados, miradas asesinas y un majestuoso strip tease de la Basinger con una rola de Joe Cocker ("you can leave your hat on" que en ese contexto retumbó cual himno).
Quiero decir que la vi cuando rondaba los doce años, en pleno hervor de pubertad. En aquellos tiempos mi timidez me hacía ver a las chicas como seres mitológicos cuyos tesoros anhelaba pero no encontraba forma alguna de acceder a ellos (ahora que lo pienso la situación no ha cambiado mucho).
Reducido a la fantasía, nueve semanas y media fue un tsunami hormonal. No abundaré en detalles. En su momento construiré un monumento de mármol a esos íntimos jardines de regocijo adolescente (ahem).
En ese momento decidí que yo quería ser Mickey Rourke. Más adelante, cuando andaba con el gusanito de ser pintor bohemio me volví a topar a Rourke, esta vez haciendo el papel de Henry Chinasky en "Barfly", película basada en la obra de Bukowsky. Para mi fue el paroxismo: Mikey hacia el papel de un borracho, pendenciero, marginal, sucio pero inteligente, con personalidad, buena labia y escritor genial. No no. Ya, era demasiado: ¡Yo quería ser Mikey Rourke!.
También lo vi en "Johny Handsome", donde es un maleante con una deformidad congénita que después de una operación estética termina siendo (¿Quién mas?) Mikey Rourke. Se rifó en "Year of the dragon" con Robert de Niro, entró de nuevo en la onda sexual en Orquídea Salvaje y en trance místico como San Francisco de Asís. Y que decir de su aparición en "Rumble Fish" como el pandillero misterioso y de buen corazón. Y los años pasaban mientras Rourke hacía películas regulares, malas y malísimas.
En ese lapso se dedicó al reventón, se hizo boxeador (desfigurándose de paso) y terminó en el quinto infierno pero con una base sólida de fans que no olvidaron sus viejas glorias. Aún en el sótano seguía siendo un ícono. Ahora, veinte años después, el maestro regresa con una actuación unánimemente aclamada en la película "The Wrestler" (que espero con ansias). Ganó el Golden Globe, el BAFTA y en cuanta premiación se le condecoró tomó el microfono para desvariar sobre sexo, decir palabrotas y buscar chamba pa→ sus cuates. Un naco, pues. En la gloria de su desfiguro, Rourke se ha moldeado a sí mismo: él es su gran personaje.
Marginal hasta lo último, le negaron el Oscar. Que bueno. Esta por encima de lo acartonado, es un demonio gentil y olvidadizo. En tiempos inciertos es bueno ver un artista que es la contingencia personificada.
Ayer menesteroso, hoy coronado. Un tipo vulgar y sensible, pendenciero y humano. Lo dije a los doce y lo digo a los treinta y tres: Yo quiero ser Mikey Rourke. Aunque bueno, chilango como soy, ando bastante lejos, sería su versión campirana.
Si Miguel Canseco no puede convertirse en Mikey Rourke quedará tantito atrás de la mitad, digamos, en Miguelito Rocas. Si, Mister Miguelito Rocas, por favor
Después de esta diatriba de fanático regreso a la realidad y veo que no soy estrella de cine, que ni video me han tomado y que mas me vale volver a la chamba que el chivo se me va vivo. Sale pues, va el abrazo pa todos. Cuídense.
Cronicadelojo@hotmail.com