No Me Da La Vida Me dijo Normita, con mirada extraviada y documentos que se le caían del escritorio. Harto jale. He ahí el drama del mundo adulto, las olimpiadas perpetuas en busca del chivo que se escabulle, con su respectivo incauto, corriendo detrás de él. Por mi parte, la abundante chamba y mis ingresos magros hacen que este viacrucis no se limite a Semana Santa sino que se extienda indefinidamente. Pero bueno, estamos en recesión, dicen todos y la onda es apechugar. En la Comarca Lagunera siempre habrá trabajo pendiente y temas para platicar. Si no es el calor será la crisis o las balaceras. Esta ciudad dejó su edad de oro atrás, cuando ofrecía sus noches cálidas para los paseantes, cuando era un paraíso donde no corrían ríos de miel o de leche, pero sí de chelas y carne asada, donde prevalecía la buena fe, donde uno se podía jactar de vivir seguro. Medio siglo antes de Cristo, Ovidio hablaba de las edades del hombre. La de oro, libre de preocupaciones, donde la naturaleza se ofrecía pródiga. La de plata, con obstáculos pero aún generosa. La de bronce, cuando las disputas abundaban y los bienes materiales empañaban la visión. Por último, venía la edad de Hierro. Aquí me parece justo hacer una cita textual: "En la edad de hierro se vive el rapto, no se está seguro en la casa del anfitrión ni el yerno en la casa del suegro, incluso entre hermanos el buen entendimiento es raro. El esposo es una amenaza para la esposa, la esposa para el esposo. Las temibles madrastras mezclan en los brebajes los lívidos venenos. Y el hijo conspira contra la vida del padre". Tales palabras me sonaron conocidas. Así que todas las crisis, independientemente de la época, son igual de rigurosas. Entre la marejada nos toca trabajar y levantar nuevos proyectos. Algunos encontrarán la bonanza, otros seguirán en la lucha. La onda es preservar el tejido social en medio de tanta violencia. Quisiera dejar de hablar de la delincuencia pero cada semana escucho una nueva y truculenta historia. Pero veo un movimiento insurgente en medio del despapaye. Al menos en mi colonia -El Tajito, una de las más golpeadas por la violencia- la gente vuelve a salir a las calles. Los chavitos van a la tienda, las mamás sacan a pasear a los bebés, se arma el fut en la esquina. Como que todos se habían escondido y ahora salen, poco a poco. Al margen de las epopeyas sociales pienso en este movimiento silencioso, este ánimo de recobrar terreno externo e interno. No tenemos las armas de los maleantes, no pecamos en arca abierta como muchos políticos. Tampoco se podría decir que hay una enorme participación social o una indignación organizada. Esto es otra cosa. Es una buena onda que se filtra, por necesidad. Es la gente como nosotros, que no nos da la vida, que ajustamos apenas el gasto y que reclamamos el derecho de volver a disfrutar de cosas sencillas, como la propia calle. Este tipo de revolución no se ve, pero se siente. La gente quiere vivir en paz. Al trabajar todos los días, al ir por una paleta en las tardes o al sacar a pasear a los hijos, se pavimenta el camino para esa paz posible y sobre todo, necesaria. Y aunque no me da la vida para mis pendientes si dejo abierta una rendija de esperanza que filtra luz en medio de este ajetreo. En este punto es menester dejar de ponerme místico y ayudarle a Normita antes de que se sincope. Salud, pues.
PARPADEO FINAL
Barack Obama viene a México y según veo en las noticias andan dándole su barrida y trapeada a los pinoles para que no digan que tenemos la casa cochambrosa. La limpieza es más a fondo, digo yo, no es cosa de trapeadores. Pero por algo se empieza...
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