Murió Trinidad Como muchos de ustedes recordarán, un par de seres humanos disfuncionales llamados los hermanos Wachowsky dieron a luz una película completamente jalada de los pelos que se convirtió en un clásico instantáneo: The Mtrix.
Una cinta que integró efectos especiales innovadores y logró una hazaña poco común: ser completamente paródica y al mismo tiempo lograr un tono serio. The Matrix aportó al imaginario masculino figura esbelta de Carrie Ann Moss, que no está para ganar un Oscar pero le queda perfecta ropa de cuero.
En su papel de Trinity, ella se convirtió en un mortífero sex simbol. The Matrix tuvo dos secuelas (una mala y otra pésima) y Trinity, extrañamente, se veía más delgada y acabada, como si la hubiera atacado el conde Drácula. En fin. La cosa es que por aquellos años compré una computadora o mejor dicho, me ensamblaron una de esas máquinas híbridas que todo lo pueden.
No le metieron tostador de pan porque no me alcanzó la lana, yo creo. El técnico, sin consultarme y por puro gusto le puso un foquito que se ponía de varios colores cuando arrancaba la máquina. Una reverenda naquez, pero aprendí a vivir con ello. En conmemoración de Carrie Ann Moss bauticé a mi compu como "Trinity", pero, como estamos en México (somos región 4, ni modo) le deje "Trinidad" o "La Trini" para los compas. En esa máquina comencé a escribir esta crónica del ojo (que ya lleva casi cuatro años al aire).
La Trini aguantó cuatro mudanzas, innumerables tolvaneras, múltiples ataques de virus, dos vasos de chesco que le tiré encima por accidente y sobre todo me aguantó a mí que tengo manitas de estómago. Cinco años estuvo conmigo, fielmente, aguantando vara. Pero un año humano equivale a quince años de computadora. Uno compra la maravilla tecnológica y a la semana sale otra más picuda. En ese orden de ideas la Trini era una respetable octogenaria. Así que lo inevitable llegó.
El martes estaba escribiendo cuando sonaron tremendas ráfagas de metralleta. Heroicamente tomé un libro y me refugié en el baño en lo que pasaba todo. Al salir, la Trini estaba apagada. La traté de prender y fue imposible. Pensé que había sido una bala perdida. Tal vez el stress de la inseguridad. La tomé en mis brazos y grité "¡Dios, mejor llévame a mí!" porque creo que eso debe hacer uno cuando se muere su compu.
El veredicto del técnico fue irrevocable: murió de causas naturales, debido a su edad. Mientras usted lee estas líneas se libra una batalla virtual en un laboratorio de alta tecnología ubicado en la cochera de un compa, allá por el Paulitos, a ver si de chiripa se salvan mis archivos. Ojalá. Alzo mi copa por la Trini, cuata inolvidable, dama de los pixeles adornada con un foco morado.
Those were the days, dice la canción. La Trini ingresa al olimpo de las compus inolvidables. En un mundo ideal, la Trini seguiría funcionando por siempre y Carrie Ann Moss, "Trinity" saldría al quite para defender inocentes en caso de balacera. Pero, esta realidad áspera, es la que nos tocó vivir. Encuentro cierto consuelo pensando que la Trini está sentada en una nube, con sus respectivas alitas. OK, es un consuelo medio baboso, pero hey, cada quien se soba los guamazos como puede.
PARPADEO FINAL
El periódico de ayer tenía un artículo que decía poco más o menos "medidas de seguridad cuando le toque una balacera" es decir que ya asumimos que vamos a quedar en medio de una refriega nos guste o no. Ah qué Torreón. Cada vez más bonito edá...
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