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¿Cuál autonomía?

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Alberto Barranco

Meditada largamente, en el papel, la decisión de cara a su trascendencia, provocándose la pérdida del último tren del periodo ordinario de sesiones del Senado, el presidente Felipe Calderón lanzó una jugada de jaque... a la autonomía del Banco de México.

La pasión venció a la razón, o si lo prefiere la animadversión a la sensatez, al trocarse el prestigio internacional del actual gobernador, Guillermo Ortiz Martínez, por el desprestigio interno del actual secretario de Hacienda, Agustín Carstens Carstens. Se va el funcionario que logró enderezar el timón en la amenaza de naufragio del país al fragor de la crisis de 1994, macrodevaluación, fuga de divisas, endeudamiento y demás anexas al calce, y entra el que estrelló el barco en un entorno similar, por más que menos agresivo.

Hace tres años se hubiera aplaudido la llegada de Carstens al instituto central, dadas las medallas que perdió en la tormenta. Para colmo, a éste lo sustituye el actual secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, cuya estatura no alcanza para poder manejar el timón.

Carambola de tres... faules.

Aunque la tirria presidencial hacia la figura de Ortiz, a quien las malas lenguas motejan "la perica", data desde los tiempos del tristemente célebre Fobaproa, el punto de quiebre total llegó en agosto del año pasado, cuando éste desobedeció una sugerencia de Los Pinos (¿o sería orden?) de bajar por decreto las tasas de interés.

La posibilidad (¿o exigencia?) parecía ajustar en el tablero, dado el nivel alcanzado por los réditos de los bancos a los préstamos productivos, que para algunas empresas, incluidas las gigantes, se había vuelto prohibitivo.

De hecho, soslayada la señal (¿o sería golpazo en la mesa?), cientos de firmas cobijarían sus necesidades con créditos en dólares, aprovechando las bajas tasas de los bancos de Estados Unidos ante un mercado que se estaba secando por la llamada crisis de las hipotecas. El escándalo llegaría en octubre con una devaluación drástica de la moneda que dejó a las deudoras de billetes verdes literalmente colgadas del cuello.

- Te lo dije, exclamó la sorna presidencial, haciéndole eco, paradójicamente una oposición que también acumulaba piedritas en el morral contra Ortiz, a quien ubica como cerebro del rescate bancario... con cargo al país.

Sin embargo, en su rechazo a la orden, exigencia, señal o como le quiera usted llamar, el gobernador del Banco de México había hecho su tarea: defender la autonomía del organismo... y de pasadita la ortodoxia.

La pregunta, naturalmente, es si Agustín Carstens haría lo mismo en un caso similar, cuando le debe al presidente Felipe Calderón tres regalos: uno, su nombramiento como titular de Hacienda; dos, su permanencia en el cargo pese el repudio popular por sus desafortunadas declaraciones de cara a la virulencia de la crisis, y tres, su rescate en plena debacle.

"Lo que diga el señor Presidente", había dicho el funcionario ante las versiones de que ocuparía el lugar de Ortiz, por más que a la vista de la imprudencia declararía más tarde que habría que defender la autonomía del banco central.

Ahora que en la virulencia del bandazo, el presidente Felipe Calderón se da un balazo en el pie al sacar automáticamente de la carrera presidencial a su delfín, Ernesto Cordero, cuya inexperiencia lo coloca en el centro del blanco.

A quién le importa la catarata de declaraciones de tirios y troyanos, priístas y panistas, líderes empresariales y dirigentes obreros; banqueros y corredurías o agencias calificadoras de deuda, exigiendo la permanencia de Ortiz, cuyo aval lo representaban 12 años de relativa estabilidad monetaria y un estricto control de la inflación.

Harakiri al país.

Más de lo mismo: colocado de espaldas al callejón ante la posibilidad de una quiebra del sistema bancario, por más que los dos grandes: Bancomer y Banamex, permanecían sólidos, el gobierno zedillista negoció con el PAN, la segunda fuerza en la Cámara de Diputados tras perder el PRI su tradicional mayoría, la posibilidad de un rescate vía la compra de cartera incobrable por parte del gobierno. El negociador sería el diputado Felipe Calderón, entonces líder de la bancada blanquiazul.

La carta de cambio de éste fue la renuncia del secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, a quien se culpaba de haber laxado las reglas para el otorgamiento de préstamos, al punto de no exigir las garantías debidas o de plano prescindir de ellas, vía los llamados créditos quirografarios. Zedillo dijo sí.

Sin embargo, al día siguiente de su dimisión se le nombraría gobernador del Banco de México, en sustitución de Miguel Mancera, quien tenía rango entonces de director general, por más que el puesto estaba negociado para uno de los subgobernadores: Francisco Gil Díaz.

Enfurecido, éste renunciaría al cargo para aceptar la dirección general de Avantel, una firma telefónica de incipiente incursión en el mercado, en cuyo capital participaba Banamex.

La revancha llegaría cuando el PAN negoció en la Cámara de Diputados otra ficha de cambio para abrir el escenario a un nuevo Fobaproa (Fondo Bancario de Protección al Ahorro), bajo las siglas de IPAB (Instituto para la Protección del Ahorro Bancario).

Ésta consistía en una cláusula que vetaba por dos años al Banco de México para participar en las reuniones del pleno de éste.

Guillermo Ortiz, pues, se quedó al margen de la segunda fase del polémico rescate.

 FRASES PARA LA HISTORIA

Aquí tiene usted, como regalito adelantado de Navidad, las frases que provocaron oleajes en la trayectoria de Agustín Carstens:

Octubre 20 de 2006, siendo entonces coordinador del equipo financiero del presidente electo:

- No hay balas de plata que pueda uno usar para que de repente haya más crecimiento, menos pobreza y más empleos.

Octubre 29 de 2008, ya como titular de la Secretaría de Hacienda:

- Antes, cuando la economía de Estados Unidos se desaceleraba, la de México también. Ahora pasa lo contrario, cuando Estados Unidos tiene neumonía, México sólo tiene un catarrito.

Tres meses después, anticipada ya la recesión económica en el país:

- Yo ya no voy a hablar en términos médicos, soy un doctor en economía, no en medicina.

Octubre 9 de 2008, cuando la tormenta hacía crujir la nave:

- Es un bache que tiene agua, entonces hay que ver cuál es el fondo. En el mundo se está viviendo una crisis sin precedente.

Febrero de 2009, estrellado el barco:

- En estos tiempos de crisis es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad.

 RUMOROLOGÍA

Desatada las versiones la noche del martes sobre más cambios en el gabinete presidencial, aprovechando el viaje, se daba por hecho la destitución del secretario de Economía, Eduardo Ruiz Mateos, por Patricia Flores, la más influyente en el equipo presidencial y sobrina, por cierto, del secretario de Turismo, Rodolfo Elizondo.

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