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Cuida lo que digas en el pasillo…

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Hace años, un servidor estuvo a cargo de un programa de preparatoria del Tecnológico de Monterrey en la ciudad de Calgary, Canadá. Como parte del mismo, había que pastorear a varias docenas de adolescentes en viajes de todo tipo, algunos de ellos por avión. Una de las cosas en que ponía más énfasis al darles las instrucciones, era hacer notar que los canadienses tienen un sentido del humor muy distinto del mexicano. Que lo que aquí pueden pasar por bromas, así sean de mal gusto, allá pueden convertirse en delitos bastante serios. Algo que solía subrayar era que nunca, jamás, en cuanto pisaran un aeropuerto, se les ocurriera bromear con respecto a alguna amenaza terrorista. Que no dijeran la palabra “bomba” ni aunque fueran yucatecos. Digo, ya sabemos cómo se las gastan los irresponsables burgueses mexicanos. Y proletarios también, total.

Y es que, en ese respecto, norteamericanos y canadienses son muy quisquillosos. Mis prevenciones eran reales: pronunciar la palabra “bomba” en un avión es motivo para que lo detengan cuanto antes, lo bajen de la aeronave y lo sometan a un interrogatorio feroz. Allá no se andan con cuentos. Pero como que debía haber límites para la paranoia. Que es lo que opina la familia del ciudadano norteamericano (y musulmán) Atif Irfán. Éste y su parentela habían abordado un avión de la línea AirTran para volar de Washington a Orlando para unas vacaciones de fin de año. Me imagino que Irfán y sus familiares tienen clara facha de medioorientales o levantinos… en vista de lo que ocurrió. El caso es que iban circulando por el pasillo de la aeronave, y empezaron a discutir cuál sería “el asiento más seguro”: si el que está sobre las alas, o a mero atrás, o cerca de los pilotos. Un par de pasajeras oyeron la conversación, y se les pusieron los pelos de punta. Avisaron cuanto antes a los sobrecargos, éstos al FBI, y al rato toda la familia Irfán (más un amigo que se toparon en el vuelo por casualidad) estaban abajo del avión siendo interrogados sobre sus intenciones, y qué rayos habían querido decir con aquello de “más seguro”. Aunque luego de un tiempo el FBI decidió que aquélla había sido una conversación totalmente inocente, la aerolínea se negó a llevarlos. Les devolvieron el importe de sus boletos, y tan tan. Háganle como quieran. De lo que se pueden sacar varias conclusiones: la primera, que ser de origen árabe, persa o turco, o simplemente de religión musulmana, puede convertirse en una monserga en Estados Unidos, así se haya nacido ahí. Segunda, que la paranoia por los atentados de 2001 no parece haber menguado entre el grueso de la población norteamericana. Y tercero, que para el culto público gringo, cada musulmán es un terrorista en potencia... y muchos se sienten con el derecho de discriminarlos por simples sospechas; y si no me creen, pregúntenle a la empresa AirTran. Como que Bin Laden le hizo más daño a la democracia norteamericana manipulando su ignorancia y atizando sus prejuicios, que estrellando aviones. ¿O no?

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