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Cultura en el calderonismo

Plaza pública

MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

Tal vez el presidente Calderón resolvió prescindir de Sergio Vela al mismo tiempo que se deshacía de Luis Téllez para que ya no acudiera la mañana de ayer a la entrega de los premios nacionales de ciencias y artes. Discernidos en noviembre pasado, hace más de tres meses, a nadie en el Gobierno parecía importarle incluir la premiación en la agenda presidencial, como si fuera un trámite secundario, y no un acto de relación del Gobierno con la porción mejor de su sociedad, un breve espacio en que la gente no se ha contaminado de la narcocultura, como generalizó el presidente la semana pasada. Ni siquiera se había comunicado oficialmente a los recipiendarios que lo serían en una fecha sin fijar, un buen día, que finalmente llegó ayer.

Aunque la materia concierne directamente a la Secretaría de Educación Pública, es probable que Vela no se hubiera ocupado de urgir a su entrega al menos por dos razones, porque carecía de buena relación con la secretaria Vázquez Mota y por temor a que en la ceremonia respectiva se hiciera notable su distancia con la comunidad de artistas y creadores que es el público, la clientela de Conaculta. Era difícil que transitara en un espacio donde no se le silbara o se le hiciera escuchar reproches ruidosos. Desde hace por lo menos un año que debió retirarse y su ausencia se resolvió en el término de unos cuantos días o quizá de unas pocas horas. Llegado a su cargo con las expectativas que generó su desempeño anterior en varios terrenos -especialmente en el Festival internacional Cervantino-hace mucho tiempo que las había diluido, no obstante lo cual se aferró a una tarea que no enfrentó de modo resuelto sino con una mala mezcla de altanería y fragilidad.

Consuelo Záizar, que lo reeemplaza, está hecha de otra materia, acaso porque creció en Acaponeta, Nayarit, entre papeles y tintas, los de la imprenta en que su padre editaba el diario local. Acaponeta, no está de más recordarlo, es la tierra de Alí Chumacero, el gran poeta de obra breve, como tampoco es posible olvidar que Nayarit es la patria chica de Amado Nervo, que elogiado o deturpado por la crítica (actitudes que se reemplazan periódicamente) tiene el privilegio de la lectura y la cita popular. En ese ambiente creció la nueva presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Al ser la segunda mujer en esa responsabilidad, se producirá el movimiento reflejo de temer una gestión similar, llena de desaciertos. Pero los antecedentes de Consuelo Záizar invitan a cotejar su desempeño, cuando concluya, con el de todos sus presidentes y no sólo con Sari Bermúdez..

Para justificar que por ejemplo Juan Molinar Horcasitas vaya de la seguridad social a las comunicaciones y los transportes, se dice, sin que se acierte ni se yerre del todo, que un político puede dirigir cualquier oficina, se dedique a lo que se dedique. Es mejor, sin embargo, que el ámbito de sus responsabilidades corresponda con el de sus intereses y el de su preparación. Ese es el caso de Consuelo Záizar. Gusta de ejercer las relaciones políticas, aun en terreno donde un antagonismo obligaría a tomar partido si no se tuviera conciencia de que no es necesario hacerlo. Es amiga de la secretaria Vázquez Mota y de Elba Esther Gordillo. También lo es de Germán Martínez y del director de Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda: en 2006 los ahora presidentes, ella de Conaculta y él del PAN, apostaron por el ganador del Premio Nobel de literatura. Él acertó, pues había predicho el triunfo del escritor turco Orham Pamuk, y ella comunicó a Rodríguez Castañeda que si quería un comentario a la hora del cierre por el galardonado, allí estaba el panista Martínez para escribirlo. Así lo hizo.

Su pluralidad se manifestó, o se construyó allí, trabajando desde los años ochenta en editoriales de diverso talante y contenido: Martín Casillas editores, Terranova, Jus, hasta levantar su propia casa, Hoja editorial, con Gerardo Gally, y encabezar, a partir de abril de 2002, el Fondo de Cultura Económica. En estos siete años respetó las líneas fundamentales de la editorial gubernamental que tanto ha hecho por la cultura no sólo económica según reza su nombre, sino por la cultura en general a lo largo de sus setenta y cinco años. Si bien en ese lapso se marcharon personas que parecían imprescindibles por la importancia de su labor y la atinencia con que la acometían, como Mari Carmen Farías, Daniel Goldín y Adolfo Castañón (miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y recientemente galardonado con el Premio Xavier Villaurrutia), atrajo en sentido contrario a Ricardo Nudelman, que reúne dos virtudes difíciles de hallar en una sola persona: espíritu sensible abierto a las causas que buscan hacer mejor a la humanidad, y experto en ventas, posición crucial en el negocio editorial. Se nota asimismo la influencia de Consuelo Záizar en la designación de su sucesor Joaquín Diez-Canedo, que como el trío inicialmente mencionado era parte del patrimonio del Fondo, tuvo una suerte de licencia para dirigir la prestigiada editorial de la Universidad Veracruzana y ahora vuelve al Fondo, para encabezarlo. Su padre, del que heredó el nombre, la fama y el saber librero, fundó la editorial Joaquín Mortiz en cuyo catálogo inicial es posible, como en del Fondo mismo, leer lo mejor de las letras mexicanas.

(Sólo un reproche a Consuelo Záizar. Alabo la frase atribuida a Calderón sobre México en el mundo y el mundo en México, pero es el slogan de una cerveza)

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