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Davos

Julio Faesler

La sesión este año del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, reunió a más de mil presidentes de grandes multinacionales y casi medio centenar de jefes de Gobierno. El obligado tema fue la crisis económica que hace unos meses estalló en proporciones monumentales en Estados Unidos repercutiendo en dramáticos sismos internacionales.

Por los informes que nos llegan parecería que de la colección de declaraciones y análisis que se virtieron, la situación económica mundial tenderá a empeorarse en el curso 2009 antes de que despunten los primeros alivios en los años 2010 y 2011. Para nosotros 2012 es importante por las elecciones presidenciales, cuyo tenor estará altamente influido por la forma en que el presidente Calderón haya manejado la dura prueba actual no sólo financiera sino social.

Las evaluaciones de los prohombres de Davos no son, sin embargo, optimistas. Las cifras que se manejan, formuladas por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Reserva Federal de Estados Unidos y diversas instituciones bancarias privadas anuncian números negativos para el producto mundial y un fortísimo impacto en los niveles de ocupación. Más de 500 millones de desempleados es lo que pronostica Juan Somavía, el chileno director de la OIT, mientras que el mexicano Ángel Gurría, al frente de la OCDE, prevé una reducción importante en la producción del comercio mundial. Los empresarios mexicanos asistentes en Davos expresaron tener más confianza en la recuperación global que en la nacional. Se ha vuelto, pues, de moda publicitar con creciente morbo por todos los medios de opinión impresos y electrónicos el fatídico futuro que nos espera. El comentario del presidente Calderón en el sentido de generar expectativas negativas de manera irresponsable está inhibiendo la decisión de los agentes económicos en los cuales, casualmente, descansan las mayores posibilidades de revitalizar la economía mundial y las de cada país. Si se entiende que el desastre que se vive se originó en la irresponsabilidad financiera que medró a la sombra de la Administración Bush, es posible derivar dos lecciones importantes. En primer lugar, fue la hipertrofia de las operaciones bursátiles y bancarias que las desprendió de la producción agrícola e industrial que es la verdadera e inevitable base de la economía de todo país. El que se hubiese llegado a extremos astronómicos la piramidación de los créditos hasta el punto en que se rebasara múltiples veces la capacidad real de pago de los deudores y con ello, el respaldo a los instrumentos que se negociaron sin freno ni escrúpulo, llevó a la economía norteamericana a perder sus cimientos. Pese a esto, muchas instituciones financieras públicas y privadas continuaron el peligroso juego con tal de retrasar o quizá evitar el temido aterrizaje que afectaría a sus exportaciones nacionales.

La histórica quiebra que sobrevino probó, en segundo lugar, que no debe tolerarse que el sector terciario de la economía, constituido entre otros, por el vasto laberinto de servicios bancarios e informáticos, se distancie de la actividad productora básica, agrícola o industrial a las que al final de cuentas están originalmente destinadas a servir. Son las actividades primarias y secundarias, directamente productoras de bienes tangibles que necesitamos para la vida diaria y la producción física, las que por lo tanto, constituyen el fundamento de la recuperación que ahora hay que emprender. Esta realidad se refleja claramente en los programas de obras públicas y de apoyo a la agricultura y a la industria que estamos presenciando en diversos países como México, Estados y en Europa. Como ya se ha dicho el que las políticas anticíclicas entrañen déficit presupuestales, no es asunto que deba temerse siempre y cuando se tracen y se administren para asegurar resultados tangibles en términos de empleo productivo y producción de bienes físicos. Es indispensable evitar, pues, que este gasto que se inyecta a la economía se traduzca en una repetición de actividades del sector servicios que son simplemente accesorias. En México se teme una reducción en el flujo de inversiones extranjeras. Hay, sin embargo, casos comprobados de la confianza que en nuestros recursos y dimensión de mercado tienen varias empresas importantes europeas y asiáticas. Es esta la confianza que hizo ver en el empresariado mexicano presente en Davos.

Coyoacán, enero, 2009. juliofelipefaesler@yahoo.com

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