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De cómo Juanito se subió a un ladrillo y se mareó

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

El grito de batalla resultó cierto. Al menos, entre una buena parte de la clase política mexicana. Aunque hay que hacer una pequeña alteración. "Todos somos Juanito" no es tan certero como "Todos ellos son Juanito". Ellos representando a esas pobres almas que, apenas tienen un poco de fama y poder, se les infla la cabeza y pierden piso gachamente. Y eso ocurre con una frecuencia pasmosa. Otra de las consecuencias de tener un país educado por las huestes lideradas por una analfabeta funcional.

Mucha gente que se mete a política lo hace con el muy noble objetivo de vivir sin trabajar en nada productivo; y agarrar dinero a puños para gastarlo en asuntos tan profundos como ir a Las Vegas a apostar o a Miami a chivear. Si además se aparece de vez en cuando en el periódico o la televisión, ¡uf!, se están cumpliendo sus más caros anhelos: ser rico y famoso. Y lo peor es que se la creen. La gran mayoría de nuestra clase política es tan naca, tan indigna, tan inculta, que realmente piensan que la Patria los merece y que son unas lumbreras. Por eso nos ilustran con sus sabias reflexiones un día sí y otro también, sin parar mientes en que sus gansadas son auténticos atentados al sentido común o el buen gusto. Por ello no tienen el menor sentido del ridículo.

Si alguien sabe de política cruda es el Mesías Tropical y actual Presidente Patito de este país, Andrés López. No sabrá lo que ocurre en el mundo real, pero de que conoce con qué bueyes tiene que arar, eso que ni qué. Por eso, cuando trató de imponer su fuerza en Iztapalapa, previno al candidato del PT, Rafael Acosta Ángeles, mejor conocido como Juanito: "No te la vayas a creer".

¿A que no saben qué? Que Juanito ya se la creyó. Como ganó en las urnas, ahora no parece tan dispuesto a dejar el puesto, las prebendas y la fama. Juanito está encantado de ser el centro de atención. En el colmo de la soberbia, Juanito habla de sí mismo en tercera persona, como si fuera el avatar humano de una divinidad. Incluso ha empezado a pensar seriamente en puestos más elevados, en mayor exposición a los reflectores públicos. Y se cree figura internacional.

Por supuesto, todo puede ser un montaje para poder negociar desde una posición de fuerza. Pero si es así, entonces Juanito debería reconsiderar su carrera como actor (que hasta ahora se ha reducido a aparecer en calzones en una película de ficheras o algo así). La cuestión es que, si se sigue inflando, le puede hacer una trastada a quien creyó poderlo mangonear, lo trató públicamente como títere, y ahora parece haber perdido el control.

Sí, eso es lo que pasa cuando no se tiene la educación ni la ética para manejar el poder cuando cae del cielo. Hasta que no se hizo el relajo entre las facciones perredistas, Juanito no aspiraba sino a ver su rostro en los pendones colgados de los postes de Iztapalapa. Ahora parece que ya anda soñando, mínimo, con el Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad de México. Si no es que en Los Pinos. En serio.

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