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De Cutzamala a Cutzapeor

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Ahora sí que el destino alcanzó al Distrito Federal. Años y años de imprevisión y desperdicio están pasándole factura a la chilangada. A ver si así finalmente se hace algo con respecto a una situación que, bien vista, es una aberración económica y un crimen en contra de la naturaleza.

Y es que, por estos días, cientos de miles de capitalinos se han quedado sin agua, sencillamente porque el Sistema Cutzamala, que provee de agua potable al Valle de México, ya no dio para más. Lo que para algunos era impensable, el escenario apocalíptico que habían previsto quienes entienden de estas cosas, finalmente ocurrió: el agua se terminó

El corte del flujo de agua del Sistema Cutzamala se debe a varias razones, pero sobre todo a dos: que los afluentes que lo abastecen están en niveles bajísimos, en parte debido a las escasas lluvias, pero también al aumento en la demanda; y a necesidades de mantenimiento, que deben realizarse sin parar mientes en la sed o higiene de quienes esperan recibir el líquido allá en el altiplano, nada más porque sí.

En última instancia, el desabasto de agua en millares de hogares capitalinos finalmente ha puesto el dedo en la llaga: el agua es escasa, hay que cuidarla, y ciertamente se puede acabar. Quizá por primera vez en su vida, a mucha gente le cayó el veinte de esas tres verdades de a kilo.

Una alta proporción de la población humana no tiene acceso al agua potable entubada. La actividad cotidiana de muchas sociedades no desarrolladas gira en torno a los recorridos para conseguir el líquido: en algunos lugares de África, esa labor consume entre cuatro y seis horas diarias. El hecho de que podamos abrir una llave dentro de nuestra casa, y de ahí salga agua, es un milagro tecnológico al cual nos hemos acostumbrado

La necedad ha sido particularmente prevalente en el DF, en donde el agua es más barata que en otras partes del país (y por tanto, se desperdicia mucho más), aunque paradójicamente tiene que ser bombeada desde distancias cada vez mayores; en algunos casos, cientos de kilómetros. Y cuando digo bombeada, así es: para alcanzar los 2,200 metros de altura de la Ciudad de México, el agua del Cutzamala no puede llegar por gravedad: hay que usar mucha tecnología y electricidad para hacerla llegar hasta allá. Y aún así, es más barata que la que obtenemos en La Laguna de nuestros pozos.

Por supuesto, nadie quiere echarse el trompo a la uña de vender el agua en la capital del país a sus costos reales. Pero no se ve de qué otra manera se pueda hacer más eficiente el uso del agua. La cuestión es que ya no se puede demorar más una solución radical. Lo que está ocurriendo esta semana en la Ciudad de México es una advertencia de lo que puede llegar a suceder cotidianamente… si no se agarra al toro por los cuernos. A ver quién es el valiente que toma la medida de dejar de privilegiar a la capital… impopular allá, pero bien vista en el resto del país.

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