Es una palabra pequeña, sencilla, simpática podríamos agregar, pero no todos saben expresarla.
Mucho menos sentirla.
Es difícil creerlo, pero así ocurre.
Y es que los que todo creen merecerlo, no tienen en su vocabulario esta pequeña palabra porque no les nace expresarla.
Y vamos todavía más lejos. Cerca de nosotros deambulan seres fantasmales, ajenos a nuestro vivir y sentir que ni siquiera saben saludar, mucho menos dar los buenos días y no se diga las tardes cuando ya están mortificados de cruzarse en nuestro camino.
Y esto no es nuevo, ni algo propio de las nuevas generaciones. Ha existido siempre. Los mal agradecidos siguen brotando por todas partes y no saben corresponder a quien ha tenido con ellos una atención.
Esos mismos se cruzan en su camino o los tiene al lado y son incapaces de saludarlo y desearle un buen día.
Son seres solitarios que viven en otra galaxia según ellos muy por encima de la nuestra.
Pero afortunadamente hay también otros seres.
Cómo olvidar las clases de civismo y de sociabilidad que nos dieron muchos maestros, así como lo que vimos en ellos.
Cómo olvidar al profesor Teodoro Verástegui quien al ir caminando por la banqueta cedía el lugar de la pared a quien cruzara por su camino.
Cómo olvidar a don Jorge González Juambelz quien saludaba amablemente a todo el que encontraba en su camino, lo conociera o no.
Cómo olvidar a don Rodolfo Guzmán, señor que tenía una frase amable y un estímulo para sus semejantes.
Cómo olvidar a Antonio “El Panzón” López que pasó por esta casa ayudando al prójimo y estimulándolo a superarse, agregando en todo su buen humor.
Cómo olvidar a Marcelino López Guzmán “El Charro” nuestro maestro en cuestiones deportivas.
Y cómo no expresar para ellos y todos los seres que aman y respetan al prójimo nuestro total agradecimiento.
Gracias, muchas gracias.
