En casa nos gustaba hablar de ellos al finalizar un año.
Así, teníamos metas por cumplir al nacer un nuevo período de nuestra vida, o sea al empezar un año.
Esta vez fue diferente.
Uno de los miembros de nuestra familia hizo algo inesperado poco después de que 2008 tenía más de media vida.
Una mañana escuchó que la Delegación de Salubridad en las cercanías había establecido un programa para perder kilos, con dietas bien elaboradas.
Él se interesó por el programa y empezó a documentarse.
Cómo él nunca se había interesado en el tema y cada vez ganaba más kilos, nadie le puso atención.
Pero pasaban las semanas y él, sin hacer comentarios seguía con su plan: Hacía más ejercicio y comía menos. Atrás quedaban sus famosas “palanganas” de comida, de nieve y de antojitos.
Poco a poco fuimos viendo el cambio. Usaba pantalones talla 42 y era un problema que encontrara ropa a su gusto y medida.
Tiempo después su talla bajó a 40 y nos dijo: aún no termino.
Finalmente quedó en 38 de cintura y al verlo era otro, más juvenil, más entusiasta, más alegre.
Nos dio a todos en la familia una gran lección: Para cumplir los buenos propósitos no es necesario esperar el nacimiento de un año. Todos los amaneceres hay muchas oportunidades para cambiar nuestra vida hacia mejores horizontes, lo que pasa es que no nos decidimos a realizar el cambio ni a mantener una disciplina.
Esta lección que todos tenemos en la familia se ha extendido a otros puntos y nos ha motivado a buscar cambiar nuestros hábitos para mejorar nuestra salud.
Usted, no espere hasta mañana para cambiar hacia un mundo mejor, hoy es el día, empiécelo.