OTOÑO
Desde hace varios años, cada otoño escribimos aquí algunas líneas, motivados, inspirados, por todo lo que despierta en nosotros esta estación tan especial.
Y es que a los que gustamos de soñar despiertos , nos fascina el encanto que tiene octubre, con su hermosa Luna, la más bella de todo el año.
Y esta motivación la traemos desde la niñez, cuando en nuestro querido pueblo subíamos a la azotea de la casa a disfrutar del espectáculo que nos ofrecía el cielo, tachonado de estrellas y adornado por nuestro satélite natural.
Además, siempre nos ha gustado disfrutar de la lectura de nuestro libro en turno, precisamente bajo la fronda del gran aguacate que adorna el patio, mientras que cerca los nogales empiezan a desprenderse de sus sabrosos frutos, que como petardos caen a nuestro lado, a la vez que los árboles empiezan a desnudarse de su ropaje, ya amarillento.
Otoño nos hace suspirar profundo cada día, añorando a nuestros seres queridos que se adelantaron en el camino a esperarnos allá.
Eran tiempos en que mamá empezaba a embarrar hojas de maíz para regalarnos de cena los ricos tamales que acompañábamos con el sabroso champurrado.
Porque las tardes estaban llenas de encanto en aquel gran zaguán de la casa de los abuelos maternos, donde escuchábamos a Los Panchos y a los Diamantes en la gran bocina que colocada en lo alto del Cine Eden nos ponía románticos a todos, y conste que por entonces éramos niños.
Porque al retirarse las lluvias nos gustaba por las tardes ir al Barrio de España a cortar tunas, las que Petra Araiza limpiaba bien de espinas y luego nos ofrecía con gran gusto.
Porque todos los chiquillos del pueblo soñábamos en subir el carro de don Alfonso Hidrogo, que fue el primero que llegó al pueblo por los años cuarenta, causando revuelo por todas partes.
O treparnos a la motocicleta de Don Cruz que a gran velocidad conducía por las empedradas calles del pueblo.
Otoño ha sido siempre un tiempo mágico, romántico, lleno de misterios y encantos.