APRENDIENDO A VIVIR DE FORMA DIFERENTE
Más relajado, más tranquilo, más prudente.
Eso nos dijo un estimado amigo, al que encontramos el otro día.
Estaba en un café, teniendo en la mesa una taza con al aromático líquido oscuro que degustaba con pequeños sorbos, mientras entre los dedos sostenía un cigarrillo que nunca encendió, por eso de la nueva prohibición.
Y en verdad, lo recordábamos inquieto, apresurado, nervioso, con un humor que le cambiaba con frecuencia.
¿Y cómo le hiciste para lograr ese cambio?
Le preguntamos intrigados.
Y, dándose todo el tiempo del mundo para contestarnos nos dijo:
Cuando llegué a los sesenta y tres años tuve un gran susto. Un día no me podía levantar, me dolían las piernas y las fuerzas me abandonaban. Sentía además una presión en el pecho y fui por primera vez en mucho tiempo a ver al médico.
Vuelve a hacer una pausa, da otra sorbidita a su café y continúa:
Me encontró mal, y como es mi amigo platicó mucho conmigo sobre la forma en que había llevado mi vida, entre presiones y sobresaltos, entre que no se completa para nada y que tengo pendiente esto y lo otro. Fue sincero, me dijo que más que medicina necesitaba un cambio en mi vida.
Hace otra pausa para simular que da una fumada a su cigarrillo sin encender y luego, como deleitándose con su propia charla añade:
Al principio no le hice caso, pero las molestias continuaban así que recurrí primero a las medicinas y poco a poco empecé a cambiar de vida. No tienes idea lo que he encontrado, con decirte que no conocía a mi familia y hoy la estoy gozando cada vez más.
Da otra tomadita a su café y dice:
Soy otro, ¿no lo ves?
Platicamos de otras cosas y después de un buen rato lo dejamos, retirándonos pensativos.
¿Cuándo usted y nosotros nos daremos un tiempecito para ir cambiando nuestro agitado vivir y darnos tiempo para conocer a los que nos quieren, y luego disfrutar más tranquilamente de la vida que nos resta?