Diosito es a veces algo vanidosillo, y esa tarde nos presentó un crepúsculo que ni Cecil B. de Mille.
En Saltillo el sol se pone por el occidente. No sé si en otras partes sea igual, pues mi ciudad suele tener sus peculiaridades. El caso es que el Poniente se puso de todos los colores, como si oyera los piropos que le estábamos diciendo.
En estos casos es obligado decir: "¡Cómo sentí no haber traído una cámara!". Yo me alegré de no haberla traído, pues un crepúsculo así no es para retratarlo: es para verlo con los ojos del alma, y para dar las gracias por él.
Yo me he librado de esa forma de soledad que es el ateísmo. Pero si hubiera sido ateo, esa tarde lo ateo se me habría quitado. De vez en cuando Dios se acuerda de que es Dios, y entonces nos regala un crepúsculo como el de aquella tarde, que hace innecesaria la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino.
¡Hasta mañana!..
Este cuento sucede en Varsovia, en los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra. Una larga fila se formó frente a la panadería del pueblo. La gente ansiaba poder conseguir algo de pan. Todos llevaban en la mano su tarjeta de racionamiento. Después de dos horas de espera se abrió la puerta de la panadería y apareció un funcionario del Gobierno. Dijo: "No hay pan suficiente para todos. Los judíos salgan de la fila, y váyanse a sus casas". Los judíos abandonan la fila, y se dirigen a sus casas, silenciosos. El funcionario del Gobierno entra de nuevo en la panadería, y cierra tras de sí la puerta. Cuatro horas más transcurren. Se vuelve a abrir la puerta, y aparece de nueva cuenta el funcionario. "No hay mucho pan disponible -informa a los que esperaban-. Quienes no sean miembros del Partido salgan de la fila, y vayan a sus casas". Muchos salen de la fila, y se van llenos de abatimiento. Otra vez el funcionario entra en la panadería y cierra la puerta. Transcurren cinco horas más. Había caído ya la noche sobre los que esperaban desde el amanecer. Se abrió por fin la puerta de la panadería y salió el funcionario. Les dice a los que aguardaban todavía: "La escasez de pan era mayor de lo que pensábamos. Ahora sabemos que no hay pan para nadie. Márchense todos a sus casas". La gente se dispersó, hosca y ceñuda. Uno de los que habían hecho fila todo el día exclamó con rencoroso acento: "¡Esos judíos! ¡Siempre les va mejor que a todos!"... El cuentecillo ilustra un odioso sentimiento: el antisemitismo. A lo largo de su historia milenaria el pueblo judío ha debido sufrir persecuciones, y ha sido víctima de crímenes que son vergüenza de la raza humana. El Holocausto es una tragedia que el mundo no debe olvidar nunca, recordatorio permanente de los abismos a que pueden llegar la locura y la maldad del hombre. Yo pienso que el sufrimiento debería enseñar a aquéllos que han sufrido a no hacer sufrir a los demás. Si el que ha padecido injusticia y crueldad trata cruelmente y con injusticia a otros, parece que se está vengando del sufrimiento que antes padeció. Por eso es profundamente humano y generoso el llamado que Barack Obama hizo en El Cairo. Ahí convocó a judíos y musulmanes por igual a rechazar toda forma de extremismo. Son extremistas los árabes que niegan el derecho de Israel a existir como nación; y son extremistas también los israelíes radicales que niegan ese mismo derecho a Palestina, y violan acuerdos ya pactados, y hacen nuevos asentamientos ilegales. En el hombre hay sentimientos de buena voluntad; pero hay también semillas de violencia. La convocatoria de Barack Obama es un llamado a la concordia. Israelíes y palestinos, musulmanes y judíos, deben oírlo por igual, para que acaben ya -¿será posible?- los sangrientos conflictos que los dividen, y que son amenaza para el mundo... La muchacha le dice a su novio: "Te voy a decir dos palabritas que nos unirán para toda la vida". Pregunta él, emocionado: "¿Qué palabritas son ésas?". Le murmura al oído la chica: "Estoy embarazada"... Un amigo de Babalucas le contó: "Creo que mi esposa me está engañando con un mecánico. Hallé unas pinzas abajo de la cama". Replica el badulaque: "Entonces mi mujer me está engañando con un caballo. Abajo de la cama encontré un charro"... Un divorciado se topó en una fiesta con su ex mujer, y con el nuevo esposo de ella. Se dirige al hombre y le pregunta, burlón: "¿Qué se siente ocupar una casa que ya estuvo ocupada antes?". "No se siente tan mal -replica el otro-. Dos pulgadas después de la entrada todo estaba nuevecito"... (No le entendí)... FIN.