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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES MIRADOR

ARMANDO CAMORRA

Doña Tana -su nombre es Martiniana- es viuda, y tiene un gato.

Los gatos son para mí un pedazo de selva en la casa, pero doña Tana le dedica al suyo mimos de enamorada. Le dice: "Ven, bonito"; "Baja de ahí, hermoso" y "Ten tu lechita, corazón". A su marido no le hablaba así.

El gato va y viene por la cocina como dueño. Estoy seguro de que piensa -porque los gatos piensan- que doña Tana es una criada que está ahí para servirlo. Cuando yo la visito me mira, receloso, y me vigila con mirada escrutadora. Doña Tana lo pone en su regazo. Pregunta: "¿Cómo ha estado?". Pero no me ve a mí; ve al gato. No sé si debo contestar o esperar a que él conteste.

Acabada la visita salgo, y voy por el camino. Vuelvo la vista. Doña Tana está barriendo el frente de su pequeña casa. Por la ventana el gato me sigue con la mirada, como un tigre que ve a la presa que se le escapó.

¡Hasta mañana!..

Decía una muchacha: "¡Qué difícil es deshacerse de un hombre! ¡A este que ahora me asedia le he dicho muchas veces: '¡Lárgate! ¡Bórrate! ¡Esfúmate! ¡Desaparécete!', pero él sigue rondándome". Comenta otra. "A mí me sucede lo mismo. Cuando quiero alejar a un hombre lo hago objeto de desprecios; lo humillo, lo maltrato; y sin embargo no se da por vencido, y se mantiene pegado a mí como una lapa". (Lapa: molusco gasterópodo del género Patella, con dos branquias bipinnadas, y en su parte inferior una ventosa con que se adhiere fuertemente a las rocas o al casco de las embarcaciones). Declara una tercera chica: "No sé por qué batallan. Si yo quiero deshacerme de un hombre simplemente le pregunto: '¿Cuándo nos vamos a casar?'. Y ya no lo vuelvo a ver"... En el curso de su enésimo pleito conyugal doña Gorgona le grita a su marido: "¡Voy a hacer que seas infeliz el resto de tu vida! ¡Te voy a dejar!". Contesta él: "Decídete: ¿cuál de las dos cosas vas a hacer?"... Un hombre iba en su coche por la carretera, y lo alcanzó un oficial de tránsito en su motocicleta. Le dice el agente: "¿No se dio cuenta de que su esposa se cayó del automóvil dos kilómetros atrás?". "¡Alabado sea Dios!" -exclama el individuo-. ¡Pensé que me había quedado sordo!"... Muy triste imagen dio de sí el ex Presidente Miguel de la Madrid cuando se desdijo de lo que antes dijo. Ni la vejez ni los achaques anejos a ella han de servir como pretexto para eludir la responsabilidad por lo hecho o por lo dicho. Falto de integridad se mostró el ex mandatario. Lo asustaron sus propias palabras. Quizá se sintió halagado por el hecho de que Carmen Aristegui lo sacara del olvido en que se hallaba, y eso posiblemente lo llevó a querer lucirse con declaraciones que desmintieran las calificaciones de apocado y gris que siempre lo han acompañado. Cuando sus manifestaciones salieron a la luz el señor se empavoreció, y dio a entender que la entrevistadora se había aprovechado de su debilidad para obtener de él declaraciones que no hizo en uso de sus plenas facultades. Estaba en posesión de todas ellas cuando habló, no cabe duda, y ahora que niega se exhibe más que cuando afirmó. Hizo daño a su partido el ex Presidente, pero más daño se hizo a sí mismo. Le faltó esa virtud de sonoroso nombre, la sindéresis, que significa discreción; pero más le faltó entereza y respeto a sí mismo. En fin, vaya usted a saber cómo actuará uno cuando tenga los años que él tiene y esté en las circunstancias en que se encuentra él... La esposa de Capronio leía un libro. Le comenta a su marido: "Aquí dice que una esposa debe ser una dama en la sala, una economista en la cocina y una cortesana en la recámara". Responde el incivil sujeto: "→ Tú limítate a ser dama y economista. Las cortesanas me las consigo yo por fuera"... Viene ahora un cuento rojísimo. Uso el superlativo como medio para advertir a las personas con pruritos de moral que se abstengan de poner los ojos en esta abominable narración... Un ranchero fue al mercado de la ciudad a vender un pollo vivo. No halló comprador, y decidió ir al cine. Temeroso de que no lo dejaran entrar con el pollo se lo puso abajo del pantalón, y así entró y ocupó su butaca. Sentadas a su lado estaban Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras. Y sucedió que cuando la luz se apagó el pollo sacó la cabeza por la bragueta del pantalón del hombre. La señorita Celiberia, que estaba al lado con su refresco y sus palomitas de maíz, vio aquello por el rabillo del ojo, y le dijo en voz baja a su amiguita: "¿Ves lo que yo estoy mirando?". "Sí -contesta la señorita Himenia-. Pero ni mires: todas son iguales". "No estoy tan segura -replica Celiberia-. Ésta es la primera que veo que come palomitas"... FIN.

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