Doña Pudicia, señora de costumbres muy severas, presidía la comida familiar. El hijo mayor hablaba de dos trabajos que le ofrecían. Uno era muy seguro; el otro, aunque con mayor sueldo, no ofrecía ninguna certidumbre. Dice el papá: “Mira, hijo: más vale pájaro en mano...”. “Ay, viejo -se apena doña Pudicia-. En la mesa no”... Pepito y Juanilito iban en sus bicicletas cuando vieron pasar a Rosilita, la niña más linda de la colonia. Le comenta Pepito a su amigo: “¿Sabes una cosa, Juanilito? Cuando deje de odiar a las niñas, creo que ésa es a la que voy a dejar de odiar primero”... Susiflor, romántica muchacha, le dice a Libidiano, sujeto proclive a la pasión carnal: “¿Sabías que los besos son el murmullo del amor?”. “Si es así -responde el lúbrico galán- entonces vamos a gritarnos cosas al asiento de atrás del coche”... Las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes trajeron una tregua en la política. O en la politiquería, que más bien eso es lo que tenemos. Pero una vez pasados estos días otra vez los políticos regresarán a su quehacer de siempre, que poco o nada contribuye al bien de la Nación. Aunque buen tiempo falta todavía para la próxima elección presidencial, ya se acomodan las piezas del tablero donde se jugará la sucesión. Eso habla de la poca fortaleza que tiene el régimen actual, pues con notoria anticipación los aspirantes trabajan con afán pro domo sua, es decir por su propia causa, buscando posiciones para poder aspirar a la Presidencia con posibilidades de ganarla. En esos ires y venires, y con el ámbito de inseguridad que priva en la República, parece poco probable que puedan concretarse las reformas que México necesita para su progreso. Nos preguntamos si se habrá perdido otro sexenio -el anterior, sin duda, se perdió-, y si habrá que cambiar de rumbo a fin de que nuestro país deje atrás esta etapa de zozobra y logre avances, sobre todo en el terreno de la justicia. Cayendo y levantando hemos ido por el camino de la democracia. No debemos -ni podemos- renunciar a él. Se han cometido errores, ciertamente; pero una de las ventajas del ejercicio democrático es la posibilidad de enmendar esos yerros con los mismos instrumentos que la democracia ofrece. Si logramos evitar que la violencia estorbe la participación de los ciudadanos, seguramente podremos perfeccionar nuestra vida comunitaria, y hacer de México un país mejor... Una señora de 80 años, viuda ella, aceptó salir con un caballero de 90. Después les contó su experiencia a sus amigas. Les dijo: “Tuve que cachetearlo en tres ocasiones”. “¿Se puso fresco el hombre?” -pregunta una de las amigas. “No -responde la señora-. Pero pensé que estaba muerto”... Una madama anunció su propósito de poner una casa de mala nota en aquel pueblo. El señor cura se opuso terminantemente a tal proyecto. Para resolver la cuestión el presidente municipal tuvo una idea: se haría una votación. Los que quisieran que se pusiera aquella casa votarían “Sí”; quienes se opusieran a ella votarían “No”. Así se hizo, en efecto. Reunidos todos los vecinos en el auditorio municipal el señor cura les dirigió un encendido sermón en el cual exhortó a todos votar “No”, y amenazó a quienes votaran afirmativamente con la eternal condenación. En seguida se procedió a la votación. Luego el secretario del ayuntamiento fue sacando los votos de la urna: “Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, no...”. Su asistente iba escribiendo los votos en un pizarrón. Prosiguió el secretario: “Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, no...”. “¡Protesto! -grita indignado uno de los vecinos-. ¡El cura votó dos veces!”... FIN.