Aquellos jóvenes casados querían tener familia, pero la cigüeña no oía sus instancias a pesar de que las repetían cada noche. El padre Arsilio se enteró del apuro de los esposos y les dijo: “No se preocupen. La próxima semana viajaré a España para participar en un encuentro mundial de sacerdotes. Iré al santuario de Santa Casilda, cerca de Briviesca, y encenderé una vela por la intención de ustedes en el altar de esa patrona de la fertilidad”. Pasaron unos años, y cierto día el padre Arsilio se topó con la muchacha en la calle. Llevaba cuatro chiquillos cogidos de su falda, otro en los brazos, dos más -gemelitos- en una carriola, y estaba embarazada. “¡Qué gusto verte con tanta y tan linda familia, hija! -le dice el padre Arsilio-. ¿Dónde está tu marido?”. Responde con duro acento la muchacha: “Fue a España, al santuario de Santa Casilda, cerca de Briviesca, a apagar aquella vela que usted encendió por nuestra intención en el altar de la patrona de la fertilidad”... Con interés hemos visto el cambio que se está operando en el seno -izquierdo, claro- del PRD. Sus nuevos dirigentes parecen empeñados en dejar atrás la imagen de partido violento, proclive a la anarquía y al desorden, que tanto daño hizo a la organización. Los elementos radicales están quedando al margen de la actividad partidista, y no parecen tener cabida ya los defensores del caudillismo autoritario. Eso nos alegra a quienes pensamos que México está urgido de una izquierda moderna, democrática, capaz de dialogar para llegar a acuerdos. En ella no pueden tener vigencia ya la intolerancia, la cerrazón y la soberbia de quienes piensan que sólo ellos tienen la razón, y que todos los demás están equivocados. Siempre he creído que el PRD tiene mucho que aportar a la vida nacional. Lamentablemente el perredismo se entregó a esa corriente, ya anacrónica, que en la presión callejera, en la ilegalidad y la violencia tenía su único método político. Por fortuna ese tiempo parece haber sido superado, y los perredistas se muestran ahora dispuestos a ir por los cauces que ofrece el ejercicio democrático. Yo aplaudo eso, y con ambas manos, para mayor efecto. México necesita de la izquierda. Pero de una izquierda derecha, si me es permitida esa expresión que sólo aparentemente es paradójica. Quiero decir que México requiere una izquierda que en el camino recto de la democracia finque su actividad política. Lo demás -el desorden, la violencia política- es un anacronismo inadmisible ya... Don Geroncio, señor maduro en años, logró que una mujer en plenitud de edad prestara oído a sus demandas amorosas. Con ella fue a un discreto motelito. Ya en la habitación el maduro señor se dirigió inmediatamente al baño. No lo llamaba ahí ninguna urgencia natural, sino el intento de disponer el ánimo para hacer frente al compromiso con la frondosa dama. Vio sobre el lavabo un pequeño frasco que contenía una pomada, y supuso que era un auxilio dispuesto por la administración del establecimiento para ayudar a los varones en caso necesario. Alabando en su interior tan sabia providencia procedió a aplicar en la correspondiente parte una profusa cantidad de la mixtura, con tan buenos resultados que un minuto después ya estaba en aptitud de hacer frente al amoroso reto. Cuando acabó el trance, don Geroncio, feliz, fue otra vez al baño, ahora con el propósito de anotar el nombre de aquella mirífica pomada. Leyó la etiqueta del frasquito. Decía: “Cornsadieux. Pomada para los callos. El primer día se endurecen. Al siguiente día se caen”... FIN.