Un individuo llegó al hospital sangrando profusamente, con una tremenda herida en la cabeza. “¿Qué le pasó, señor?” -le pregunta una enfermera. Responde el lacerado: “Mi esposa me golpeó con unos tomates”. “¿Tomates? -se sorprende la enfermera-. No puede ser. Un golpe con un tomate no produce estos efectos”. “¡Los tomates estaban enlatados!” -solloza el infeliz... Don Nico Tínez no podía dejar de fumar. Desesperado, recurrió a un siquiatra. “Lo que usted debe hacer -le indica el analista- es cambiar un placer por otro. Por ejemplo, en lugar de fumarse un cigarrillo haga el amor”. “¡Imposible, doctor! -se alarma el señor Tínez-. ¿Sabe cuántos cigarros trae cada cajetilla?”... Recordemos hoy -el día lo amerita- el caso de aquel indocumentado mexicano que vivía en un pequeño pueblo del sur de Texas. Fue con el abogado del lugar y le dijo que quería hacerle una pregunta. “Pero antes, abogao -solicitó- permítame contarle los antecedentes de mi caso. Mire, abogao: Hace bastantes años me vine de mi tierra. Logré cruzar el río Bravo, y conseguí trabajo con un gringo, que me ocupó primero como peón en su rancho, y luego me llevó a chambear en su casa, de mozo y jardinero. Onde, abogao, le gusté a la gringa, y entramos en una relación. Afaire, dicen ellos. Como ella me protegía junté unos centavitos, y mandé por mi señora a México. A ella también la ocuparon en la casa. Onde, abogao, al gringo le gustó mi mujer, y entraron también ellos en su afaire. Así estuvimos munchos años: yo, con la gringa; y el gringo, pos con mi señora. Onde, abogao, murió el gringo. Y hace unas semanas murió también la gringa. Y fíjese, abogao, que no hicieron testamento, ni tienen familiares”. “Entiendo -lo interrumpe el letrado-. Pero dígame: ¿cuál es la pregunta?”. Responde el mexicano: “Abogao: con todo lo que le he dicho, el gringo y yo ¿qué venemos siendo?”... La toma de posesión de Barack Obama es un hito en la historia de los Estados Unidos; representa el nacimiento de una nueva etapa en la vida de esa nación, que tanta capacidad tiene para sorprender al mundo. Luego de esa pesadilla que fue Bush -seguramente uno de los peores presidentes que han tenido los norteamericanos-, empieza un nuevo sueño con promesas de paz y bienestar. Hay quienes esperan que a los mexicanos también nos lleguen los dones de ese tiempo nuevo. Habrá que decir, primero, que la esperada utopía no es segura: si para los pequeños los tiempos son difíciles, para los grandes lo son más. No será fácil la labor de Obama. Luego, hemos de recordar que México tiene escasa importancia para Estados Unidos, que lo miran como a un vecino incómodo. No esperemos mucho, pues -mejor sería decir: no esperemos nada- de este nuevo gobierno. La verdad monda y lironda es la misma eterna verdad contenida en el cuentecillo que narré: el gringo y nosotros no “venemos” siendo nada... La historieta que sigue a continuación es au risque de, es decir, a riesgo de quien lo lea... Llegó Babalucas a una casa de mala nota, y llamó a la puerta. Se abre un ventanillo y asoma la cara la dueña del establecimiento. “¿Qué quieres?” -le pregunta. “Quiero una mujer” -responde Babalucas. “¿Cuánto traes?” -inquiere de nueva cuenta la madama. “Cien pesos” -declara el badulaque. “Con ese dinero -le informa la propietaria- sólo tienes derecho a un placer manual”. “Gracias” -dice Babalucas. Y se retira. Poco después regresa nuevamente. “¿Qué quieres ahora?” -pregunta con impaciencia la madama. Contesta el tonto roque con voz débil: “Vengo a pagar”... (No le entendí)... FIN.