El joven y apasionado marido hacía objeto a su mujercita de continuas muestras de voluptuoso amor. Cansada ella de las asiduas demandas de su esposo le dijo un día: “Deberías tener la fuerza de voluntad del compadre Beverino. Él dejó de beber. También tú deberías dejar de pensar sólo en el sexo’’. El muchacho se disgustó bastante. Le dijo a la muchacha que para demostrarle que él también tenía fuerza de voluntad ya no la molestaría más. Y para cumplir lo dicho se fue a dormir en la otra recámara. Pasó un día. Pasaron dos. Pasó una semana. A los diez días la mujercita llamó tímidamente a la puerta de la recámara donde dormía su marido y le dijo con humildosa voz: “Hotilio: el compadre Beverino ya volvió a tomar’’... Don Poseidón, granjero acomodado, enfermó de gravedad. Cuando estaba ya en las últimas sus parientes se reunieron en torno de su lecho. De pronto don Poseidón abrió los ojos, y en su delirio empezó a gritarles con estentóreo acento: “¡Largo de aquí, buitres! ¡Salgan de mi cuarto, buscadores de dinero! ¡Retírense, zopilotes, sierpes venenosas, hienas, chacales, gente sin dignidad y sin honor!’’. La señora de don Poseidón se puso muy contenta. “¡Se va a aliviar! -exclama llena de alegría-. ¡Ya empieza a reconocer!’’... A causa de la presente recesión un empresario llegó al borde de la quiebra. En ningún lado su crédito valía ya. Todos los bancos le cerraron sus puertas. Cierta noche iba por un oscuro callejón, y sin poderse contener gritó: “¡Ya sólo el diablo me puede ayudar!’’. ¡Zzzzzz! se oyó un siniestro ruido, y el demonio apareció a su lado. “¿En qué te puedo servir?’’ -le dice. “¿Eres el diablo?’’ -pregunta el sujeto, asustado. “Sí’’ -responde el demonio-. Soy el espíritu del mal”. “A ver -le pide el hombre, escéptico-, cámbiame aquel árbol’’. El diablo hace un ademán, y el árbol cambia de lugar. “A ver -demanda el individuo-, cámbiame aquel cerro’’. Nuevo ademán del diablo, y el cerro cambia de sitio. “A ver -pide entonces el empresario-, cámbiame este cheque’’. “¿Qué te pasa? -se enoja el demonio-. ¡Soy el diablo, no tu indejo!’’... Los hechos muestran que las pugnas internas del PAN han debilitado a ese partido. Sus derrotas electorales han sido estrepitosas, y ha perdido terreno en el ánimo de los electores. Desde luego a ese retroceso contribuyó el malhadado sexenio de Vicente Fox, y a eso ha contribuido también la mediana actuación que Calderón ha tenido en su gobierno. Sin embargo la división que se observa en los panistas es causa primordial de sus fracasos. Así las cosas, se antoja casi imposible que el PAN pueda ganar otra vez la Presidencia, y no es aventurado suponer que pasarán muchos años antes de que pueda regresar a ella. No supieron qué hacer los panistas con sus victorias. Les faltó oficio para gobernar, y no mantuvieron la unidad que alguna vez los caracterizó. Decía don Andrés Serra Rojas: “El triunfo es como el bautismo: borra todos los pecados”. Con el PAN sucedió al revés: el triunfo hizo caer a los panistas en culpas cuyo precio están pagando ahora... La curvilínea chica terminó de arreglarse las ropas y el peinado en el consultorio médico. Sonriendo llena de satisfacción le dice al joven facultativo que la había atendido: “¡Caray, doctor Afrodisio! ¡No me lo va usted a creer, pero siempre pensé que las transfusiones eran de sangre, y que además se hacían en una vena!’’... Un señor tenía una fabriquita de polvos para combatir las cucarachas. Salió de viaje a fin de promover la venta de su producto. Pero le fue muy mal: nadie le compraba nada. Pasaban los días, y el señor no hacía ni una venta. No podía girarle dinero a su esposa; y se le estaba acabando ya el que tenía para sus gastos. En la casa su señora sufría apremios y carencias. Desesperada, le puso un terminante mensaje a su marido: “Gira o las doy’’. Contesta él de inmediato: “Dalas y gira’’... (No le entendí)...
