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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Aquella linda chica mostraba un par de extremidades inferiores verdaderamente superiores. Afrodisio Pitoncio, galán concupiscente, le dice: "Hermosas piernas. ¿A qué horas abren?"... Don Languidio expuso en una reunión sus filantrópicas ideas acerca de la benevolencia humana y del amor al prójimo. Una señora le comenta a la esposa de don Languidio: "Observo que su marido tiene un corazón muy blando". "Sí -responde la mujer con agrio tono-. Y la entrepierna le hace juego con el corazón"... Los señores de edad madura evocaban los felices años de su juventud. Exclama uno lleno de nostalgia: "¡Qué tiempos aquéllos, cuando decir: 'Lo hice tres veces en la noche' no significaba que tuviste que levantarte tres veces para ir al baño!"... El papá de Pepito vio en el jardín unas arañitas que cumplían el eterno rito de perpetuar su especie. Juzgó que aquélla era una magnífica oportunidad para enseñarle a su hijo las cosas de la vida, de modo que lo llamó, le mostró la escena y le dijo: "Están haciendo el amor". "Entonces -pregunta el niño- ¿la que está abajo es la araña, y el que está arriba es el araño?". "No -lo corrige el señor-. Las dos son arañas". "Ah, ya veo -dice entonces Pepito-. Estamos en presencia de un típico caso de amor aracno-lésbico"... Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, juntaron sus ahorros y se compraron un perico. Himenia decía que el ave era hembra. Celiberia, en cambio, sostenía que era macho. "Es periquita, te digo" -se empecinaba Himenia. "Es periquito" -porfiaba Celiberia. Siguió la discusión con mucho calor y con muy poca luz, como suele suceder en casi todas las discusiones. De pronto profiere Celiberia en son de triunfo: "¿Lo ves? ¡Te lo dije! ¡Es periquito!"."¿Cómo lo sabes?" -pregunta, amoscada, la señorita Himenia. Responde Celiberia. "Clarito oí que dijo: '¡Estas viejas me tienen ya hasta los hue...!'"... No, señores: México no es un estado fallido. Es, sí, una falla estatizada. Explicareme. Después del porfiriato -ese período al que, dígase lo que se diga, México debió más bienes que males-, vino otro período, el revolucionario, al que -dígase lo que se diga- México debió más males que bienes. Esto que afirmo parece mayúscula herejía, pero el estudio más somero de la historia mexicana en el pasado siglo, y, sobre todo, la observación de nuestra realidad actual, sustentan esa posición. Onanismo mental sería, por supuesto, especular qué habría sido de México si en vez de una revolución que dio lugar a infames pugnas de quítate tú para ponerme yo -el asesinato fue el método más usual en esas "luchas revolucionarias"-, y que desembocó en la fundación de otra nueva dictadura, la del PRI, hubiéramos llegado por medio de la evolución, como por fuerza hubiese sucedido, a eso que se llama democracia. De la revolución, en cambio, nos quedó una herencia de corrupción e ineficacia representada por el ejido, por el sindicalismo que todavía padecemos, por la creación de una clase política corrompida y por otros males que tardaremos mucho en suprimir. Por eso hablo de una "falla estatizada". Los anhelos de reivindicación social, necesarios y justos como eran, se convirtieron en instrumento de una nefasta burocracia que buscó perpetuarse en el poder y que hizo del Estado un medio para conseguir su fin. México no es, entonces, un estado fallido. Es una falla que se estatizó; una serie de errores que usaron al Estado para sostenerse. Y ya no digo más por dos razones: la primera, porque lo sucedido me tiene muy encaboronado; la segunda, porque leí lo anteriormente escrito y no le entendí nada... FIN.

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