Aquel señor le contó a un amigo que su matrimonio no estaba funcionando. La relación con su mujer, le dijo, se había vuelto aburrida; seguramente el tedio iba a acabar por destruir su unión. Le aconsejó el amigo: "Necesitas poner en tu vida un poco de emoción, de romance; algo que altere la rutina. Para eso no hay nada como tener una aventura extramarital". "¡Cáspita! -exclamó el amigo, lector asiduo de comedias españolas-. ¿Y si se entera mi mujer?". "No pasará nada -lo tranquiliza el amigo-. Ya no son los tiempos de antes; ahora vivimos en la modernidad. Incluso puedes decirle a tu esposa que tendrás esa aventura. Ella seguramente la autorizará con tal de salvar el matrimonio". Así instruido el esposo fue con su media naranja y le dijo: "Perlina: nuestra unión está al borde del naufragio. Creo que si tengo una aventura erótica eso podría ayudarnos". "Olvídalo -responde la señora-. Yo ya tuve varias, y no sirvió de nada"... Empédocles Etílez y Astatrasio Garrajarra, borrachos perdidos, iban en automóvil por la carretera. Le grita de pronto Empédocles a Garrajarra: "¡Cuidado con el árbol!". El vehículo salió de la cinta asfáltica y fue a chocar violentamente contra el recio y robusto tronco. Doloridos y maltrechos salen del auto los beodos. Le reclama Empédocles a Garrajarra: "¿No te grité que tuvieras cuidado con el árbol? ¿Acaso no me oíste?". "Sí te oí -responde Astatrasio con voz feble-. Pero tú ibas manejando"... Un señor le confió a otro: "Mi esposa se fugó con el contador de mi empresa. ¡Cómo me hace falta!". "Ya lo creo -dice el otro con tono compasivo-. Entiendo que era un excelente contador"... Un pordiosero sucio y vestido con harapos abordó a un señor en la calle y le pidió 20 pesos. "No, amigo -niega el caballero-. Seguramente se va usted a tomar una copa con ese dinero". "Le juro, señor -protestó el mendigo-, que jamás en mi vida he bebido". "Entonces -dice el otro- quiere el dinero para conseguirse el favor de una mujer igual que usted". "Jamás he andado con mujeres" -asegura el pedigüeño. "Ah, ya sé -continúa el señor-. Apostará esos 20 pesos el sábado en la noche jugando al dominó con sus amigos". "No tengo amigos -responde con tristeza el individuo-, ni conozco el juego". "Entonces -insiste el caballero- de seguro quiere esos 20 pesos para irse a jugar golf el próximo domingo". "¿Al golf con 20 pesos? -suspira el individuo-. Se burla usted de mí, señor. Además nunca he jugado al golf". "Muy bien -dice el señor en ese punto-. Tenga los 20 pesos. Y además lo invito a cenar en mi casa". El indigente, agradecido y asombrado, aceptó aquella invitación y subió al lujoso automóvil del señor. En el camino le pregunta: "¿No se enojará su esposa por llevarme a cenar a su casa?". "Probablemente sí -contesta el otro-. Pero quiero que vea a lo que llega un hombre que no bebe, no anda con mujeres, no se va el sábado por las noches al dominó con sus amigos y no juega los domingos al golf"... Relataba don Martiriano, el abnegado esposo de doña Jodoncia: "Antes de casarnos yo le agarraba la mano a mi mujer, y eso era amor. Ahora se la agarro, y eso es defensa propia"... Una pareja de casados llegó a una mueblería. "Queremos ver una mesa" -le dijeron al vendedor que se acercó a atenderlos. "Puedo mostrarles una cama" -les dice el individuo. "¿Una cama? -se extraña el señor-. No. Queremos ver una mesa". "Tenemos camas muy buenas" -insiste el individuo. "No venimos a comprar una cama -repite molesto el señor-. Queremos una mesa". "Las camas están en oferta" -porfía el vendedor. "¡No estamos interesados en una cama! -estalla el señor-. ¡Queremos una mesa!". Poco después el señor va con el gerente y le dice: "Su vendedor se despachó a mi esposa en una mesa". "Que raro -se extraña el tipo-. Por regla general se las despacha en una cama"... FIN.
