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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Pepito tenía tres años de edad, y entró en el baño cuando su mamá estaba en la ducha. La ve y le dice con asombro: "¡No tienes una cosa que mi papá sí tiene!". Advierte el azoro de su mami, y la tranquiliza: "Pero no te apures. Él la tiene tan chiquitilla que casi tampoco se le ve"... Contaba un señor: "Mi abuelo vino en barco de Europa a América en busca de libertad. Sólo un día la disfrutó". "¿Por qué?" -le pregunta alguien, intrigado. Responde el señor: "En el siguiente barco lo alcanzó mi abuela"... Afrodisio Pitongo regresó de un viaje con su esposa, y comentó: "La verdad, no hay nada como la casa de uno; la cama de uno; la almohada de uno; el colchón de uno; la mujer de otro"... Doña Jodoncia le dice a su esposo, don Martiriano: "Cuando nos casamos me decías cosas. Ahora jamás me dices nada". Responde con humildad don Martiriano: "Es que me aguanto"... A mí me gusta más aplaudir que censurar. Por fortuna hay más cosas plausibles que vituperables, pero sucede que los escribidores tendemos únicamente a ver lo malo -vende más, y da mayor lucimiento a quien lo apunta-, y creemos que señalar lo bueno es blandicia que expone a suspicacias. ("La gente habla tan bien de ti que pensé que ya te habías muerto"). Pero sucede que la corriente actual es tan corriente que es un deber navegar contracorriente. Por eso no dudo nunca en elogiar el mérito o la calidad ahí donde los veo. Este día voy a dar un aplauso de reconocimiento. Y lo daré con las dos manos, para mayor efecto. ¿A quién? Lo diré luego. Antes contaré un cuentecillo que viene muy a cuento. Don Algón llegó a un hotel. Lo acompañaba una despampanante chica de muy buen ver y de mejor tocar. Le pregunta el encargado del registro: "Su viaje, caballero, ¿es de placer o de negocios?". Responde don Algón: "El mío es de placer. El de ella de negocios". Yo viajo frecuentemente a los Estados Unidos. Voy por motivos de trabajo (que cada vez me causa más placer) o de placer (que cada vez me cuesta más trabajo). Sucede que estaba cercano ya el vencimiento de mi visa, e inicié ante el Consulado General de Monterrey los trámites para renovarla. Si digo que empleé 20 minutos en las dos citas que recibí para entregar mi documentación, estaré exagerando. El personal, tanto de seguridad como de ventanillas, es eficiente y cortés; han desaparecido aquellas largas filas que hace años eran causa de molestias para la gente y de abusos por parte de coyotes. No transcurrió ni una semana sin que recibiera mi nueva visa, y en mi propia casa, para mayor contento. En muchos casos -no en todos, por fortuna- los mexicanos debemos enfrentar en nuestro país una irritante tramitología en la que están presentes todos los vicios de la ineficiencia y de la corrupción. Tenemos mucho que aprender a ese respecto. Sugiero a los tramitadores de nuestra Oficina de Tramitación para Tramitar Trámites en Trámite de Tramitación que hagan la renovación de su visa en el Consulado General de Estados Unidos de Monterrey. Así aprenderán esa eficiente virtud que es la eficiencia. Vaya, pues, un aplauso a todo el personal del Consulado, y a sus directivos, empezando por el Cónsul: ¡Clap clap clap clap clap clap clap!... Aquel matrimonio tenía seis hijos; tres mujeres y tres hombres. Todos eran modelo de belleza. Los niños parecían artistas infantiles; las niñas eran unas muñequitas. Cierto día la señora quedó embarazada por séptima vez, y dio a luz un niño. Pero el nuevo crío era feísimo: parecía macaco, mico o chimpancé. "¿Cómo puedo ser padre de una criatura así? -clamó el esposo, desolado-. ¡Todos mis otros hijos son hermosos! ¿No habrás andado de cusca por ahí?". Contesta, llorosa, la mujer: "¡Te juro que esta vez no!"... FIN.

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