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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Afrodisio Pitongo le dijo a un amigo: "¿Te gustaría participar en una experiencia de sexo en grupo?". Pregunta el otro, interesado: "¿Quiénes estarían?". Responde Afrodisio: "Tu esposa, tú y yo". "No -rechaza el amigo, ofendido-. En esas condiciones no me gustaría participar". "Muy bien -dice Afrodisio-. Entonces a ti te borro de la lista"... Chang y Eng, los célebres hermanos siameses, hicieron viaje especial a Inglaterra. El hermano de la derecha quería aprender a manejar... La mujer le cuenta a su marido: "El vecino del 7 me dice 'La masoquista'". "¡Canalla! -exclama con enojo el señor-. ¡Ahora mismo voy a golpearlo!". Le ruega la esposa con suplicante voz: "¡Golpéame a mí primero!"... El señor Alberto Anaya es un rico empresario regiomontano. Hay empresarios que fabrican y venden vidrio, galletas o papel, y así han hecho su fortuna. El señor Anaya fabrica y vende votos, y así ha hecho la suya. Ofrece su producto a quien le paga más por él. Lo saca de la gente pobre, y luego lo pone en el mercado de modo de obtener a cambio las mejores condiciones de venta posibles. Su empresa es un negocio particular, y floreciente, pues para fabricar sus votos este próspero empresario no usa recursos propios, sino de los contribuyentes. Así la materia prima no le cuesta nada, y cuando vende el producto su ganancia es redonda. Tuvo primero un socio que lo ayudó a crear su empresa. Al paso del tiempo el peor enemigo de ese socio lo nombró "El innombrable". Actualmente el señor Anaya hace negocios con quien bautizó así a su primer socio. A él le vende ahora el producto que fabrica -los votos-, porque de él puede obtener mayor ganancia por su mercadería. Para hacer esa alianza comercial anula otra que ya había hecho antes. Se le critica al señor Anaya no ser hombre de ideas, como quizás alguna vez lo fue. Yo encuentro infundado el reproche. ¿Acaso es necesario que un negociante tenga ideología?... Mañana saldrá en este espacio un chascarrillo conocido con el extraño nombre de "Testamentaría". Insólito título es ése para un cuento execrable como el que aquí aparecerá. Más bien tal encabezamiento podría designar algún ensayo de tipo jurídico relativo a los bienes y a las sucesiones. Pero así está registrada la historieta en los anales de la sicalipsis, y ¿quién soy yo para mudar el nombre de las cosas? ("Vengo a cambiarme el nombre. Me llamo Ulpiano, y no me gusta llevar un nombre terminado en -ano". "Muy bien. ¿Cómo quiere llamarse ahora?". "Próculo"). Lean mañana, pues, mis cuatro amadísimos lectores, esa tremenda ordinariez llamada "Testamentaría"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, conversaba con sus amiguitas Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, doncellas también, y añosas como ella. Les contó una experiencia sensacional que había tenido. "Fui al campo -les dijo-, y al pasar por el río miré a un joven mancebo que se estaba bañando. Le vi todo, hasta el Bill Gates". Le pregunta Himenia muy intrigada: "¿Por qué llamas 'Bill Gates' a eso que tienen los hombres?". Explica la señorita Sinpitier: "Porque me han dicho que es muy rico"... El Gran Mesmerino, famoso hipnotizador, hizo subir al escenario a un señor que estaba con su esposa entre el público. Después de ponerlo en trance hipnótico le dijo: "Se encuentra usted en la playa de una paradisiaca isla en los Mares del Sur, bebiendo un sabroso coco fizz. Reclinada a su lado, una hermosa nativa lo abanica voluptuosamente con una hoja de palmera. Ahora la muchacha empieza a hacerle el amor con ardiente lujuria y caricias llenas de sabiduría y de pasión. ¿Está usted a gusto?". "Mucho -responde el hipnotizado-. Si me despiertas te parto la mádere"... FIN.

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