El reverendo Rocko Fages es pastor de la Iglesia de la Tercera Venida. (No confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que exige el uso del condón en la relación sexual, excepción hecha de los casos en que el peso adicional del artilugio pueda significar un problema para que los señores de edad madura se pongan en aptitud de celebrar el acto). Cuando el hermano Rocko leyó el cuento llamado "Testamentaría" meneó la cabeza con disgusto y dijo: "Borrufalla". Esa palabra significa nadería, cosa de poca entidad y sustancia. Así pues, las personas que no gusten de leer borrufallas eviten posar los ojos en la chocarrería que sigue... Sucede que hace tiempo un hombre joven dejó su casa -vivía en un pequeño pueblo del sur de México- para ir a los Estados Unidos a buscar fortuna. No la halló; antes bien supo que las cosas allá estaban muy difíciles para los mexicanos. Se abstuvo de regresar, empero: le daba vergüenza que su familia lo viera fracasado en su aventura, contra la cual le habían hecho sabias advertencias. Cifró sus esperanzas en su padre, rico ranchero, anciano ya, y enfermo, que no tardaría en despedirse de este mundo y de seguro le dejaría alguna herencia. Sus esperanzas se cumplieron: cierto día recibió un telegrama en el cual sus hermanos le decían: "Papá testó". Apresuradamente regresó a su pueblo, sólo para toparse con una desconsoladora novedad. "Papá testó, en efecto -le dijeron sus hermanos-, pero todo se lo dejó a mamá". Allá va de nuevo el muchacho al otro lado. Ahora su única esperanza residía en que su madre fuera a alcanzar en el Cielo al compañero de su vida. Pero la buena señora no daba trazas de querer reunirse con su esposo en la celestial mansión. Antes bien con la viudedad agarró un segundo aire: se le veía pimpante, fresca como una lechuga, lozana y salerosa. Ni siquiera guardó los nueve meses del luto de rigor; bien pronto arrumbó sus negras tocas de viuda, y después de unas cuantas semanas en que por no dejar usó ropa de medio luto -negra con pintitas blancas- hizo viaje especial a la ciudad y se compró un ajuar muy lucidor de vestidos de diversas telas: muselina, seda, terciopelo, muaré, shantung, batista, indiana, lino, raso, tisú, lamé, chifón, gasa, tul, piqué, nansú, otomán, glasé, cheviot, satén, organdí, cretona y bombasí. Andaba hecha un brazo de mar la rozagante viuda. En vida de su esposo había sido mujer muy de su casa; ahora se le veía en la calle a todas horas, mostrando las pantorrillas según las nuevas modas, y con escotes que dejaban al descubierto la turgencia, prominencia, magnificencia, munificencia y opulencia de su ubérrimo tetamen. Con eso daba mucho qué ver a los hombres, y mucho qué decir a las mujeres. Cuando las damas de la Congregación la veían venir se cruzaban a la otra acera y decían en voz alta, para que la garrida viuda las oyera: "¡Jesucristo, aplaca tu ira, tu justicia y tu rigor!". Pero ¡ah, mundo! La vida guarda sorpresas impensadas. Cierto día el muchacho que vivía en Estados Unidos recibió un segundo telegrama de sus hermanos. Rasgó con ansiedad el sobre, y apresuradamente leyó en el papel: "Mamá testó". No quiso saber más. Hizo el veliz; malbarató lo poco que tenía; entregó al casero la llave del departamento y regresó a las volandas a su pueblo. Cuando llegó preguntó lleno de agitación: "¿Qué me dejó mamá?". Le contestaron sus hermanos, sorprendidos: "¿Por qué preguntas eso?". "¿Cómo por qué? -se desespera el otro-. Mamá murió; alguna herencia debe haberme dejado". "Mamá no ha muerto -le dijeron con extrañeza los hermanos-. ¿Qué te hizo pensar eso?". "¡Ustedes me lo comunicaron! -clamó el muchacho-. El telegrama que me enviaron decía: 'Mamá testó'". "No lo leíste bien -le contestaron ellos-, ni lo leíste completo. El telegrama no decía: 'Mamá testó'. Decía: 'Mámate esto', dos puntos: 'Mamá vendió todo y se largó del pueblo con el caporal del rancho'"... FIN.
