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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El padre Arsilio estaba confesando. Frente al confesonario se había formado una fila muy larga de beatas de esas que son plaga para los confesores, pues se quieren confesar todos los días por vanos tiquismiquis de conciencia. Le tocó a la señorita Peripalda el turno de hacer su confesión. El padre Arsilio le dice: "Mira, mujer: tengo mucha gente, y tú vienes siempre con los mismos pecadillos. No me quites el tiempo. Vete, a menos que hayas matado a alguien". La señorita Peripalda se levanta y sale del confesonario. Les dice a las que estaban esperando: "Váyanse a su casa, chicas. Hoy está atendiendo nada más casos de asesinato"... Muchas de las cosas que dice López Obrador debemos interpretarlas a contrario sensu. Cuando pide, por ejemplo, "Denme por muerto", se pasa de vivo. Declara: "No soy un cacique", pero ejerce un férreo cacicazgo por el cual el que no está con él está contra él; díganlo si no aquéllos con los que ha roto lanzas, o los que han roto alianzas en obediencia a él. Niega que su recorrido por el país haya tenido intención electorera, pero está claro que esa gira forma parte de su campaña permanente para aspirar a la Presidencia por segunda vez. Por eso me intriga la relación que con López Obrador tiene -todavía- Marcelo Ebrard. También él busca esa que antes se llamaba "la grande", ahora tan empequeñecida; pero al lado de aquel Peje -"hombre astuto, sagaz e industrioso", define la Academia la palabra "Peje"- se mira a veces como el pajarillo hipnotizado por el gato que se dispone a almorzárselo, o como el niño bien que se topa de pronto con el bravucón del barrio. No sé si Ebrard esté siguiendo una estrategia, y sólo romperá con AMLO cuando sea oportuno, pero ahora se mira postergado y empequeñecido por el tabasqueño. A nadie cederá terreno López Obrador. Para él, sólo existe él. Si dice que el candidato a la Presidencia será el que esté mejor posicionado, es a condición de que él mismo sea el mejor posicionado. Las pugnas a que dará lugar esa actitud, en algo parecida a la que asumió Roberto Madrazo en la anterior contienda electoral, dividirán otra vez a la izquierda mexicana, y cerrarán la puerta a la posibilidad de que el próximo presidente sea -como a mi juicio debería ser- alguien de verdadera izquierda, de una izquierda moderna, democrática, abierta al diálogo y a la negociación, plural; no de esa izquierda de callejón, obtusa, dogmática, anacrónica, cerril, (Nota de la redacción: nuestro amable colaborador llena otras 22 cuartillas con adjetivos semejantes, que por falta de espacio nos vemos en la penosa necesidad de suprimir)... Viene ahora un cuento que nadie con tiquismiquis de conciencia, como los de la señorita Peripalda, debería leer... Cerelina, la linda empleada de la panadería, acostumbraba ir al trabajo vestida en forma tal que por arriba se le veía hasta abajo, y por abajo se le veía hasta arriba. Quiero decir que usaba una blusita que cuando la chica se agachaba dejaba al descubierto hasta el ombligo, y una brevísima falda que permitía atisbar sus más recónditos encantos. Cierto día llegaron al mismo tiempo dos clientes; uno joven; el otro de edad más que madura. Ambos llevaban sendas bolsas. Cerelina atendió primero al joven. Le dice el muchacho: "Ayer compré esta pieza de pan, y hoy no la pude comer porque de la noche a la mañana se puso más dura que una piedra". Responde Cerelina: "Iré al almacén y le traerá otra". Cerelina pensó que el señor de edad traía la misma queja, y para ahorrarse un segundo viaje al almacén le preguntó: "¿A usted también ya se le endureció?". "No -responde con feble voz el veterano-. Pero estoy empezando a sentir un cierto cosquilleo"... FIN.

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