Una señora les contó a sus amigas: "Languidio, mi esposo, ha perdido últimamente su vigor sexual". Pregunta una: "Y ¿qué han hecho al respecto?". Responde ella: "Estamos en tratamiento". Inquiere la otra: "¿En qué consiste ese tratamiento?". Explica la señora: "Él trata, y yo miento"... Babalucas fue con el doctor, pues sentía un dolor en el pecho. "Voy a revisarlo -le dice el facultativo tomando su estetoscopio-. Desvístase hasta la cintura". Babalucas se quitó los pantalones y los calzoncillos... Don Senilio, caballero de edad más que madura, fue con su joven nieto a una librería. "Voy a comprar un libro de historia" -le anunció. Entraron los dos, y don Senilio pidió el libro "Sexo, sexo y más sexo", a todas luces pornográfico. Al salir le dice el nieto con tono de reproche: "Abuelo; me dijiste que ibas a comprar un libro de historia, y en su lugar mira lo que llevas: 'Sexo, sexo y más sexo'". "Bueno, hijo -explica el veterano-. Es que para mí el sexo ya es historia"... Alguna vez se escribirá la historia de los partidos políticos en México, y su lectura causará rubor. No es posible que en un país tan pobre como el nuestro haya partidos tan ricos. Por causa de una viciosa legislación electoral esos partidos gravitan onerosamente sobre la economía de los mexicanos, de cuyo trabajo sale para mantener a una vastísima burocracia política que constituye ya una casta cuya existencia es muestra de subdesarrollo. Se dice que los partidos son entes de interés público, y que por eso deben ser sostenidos por los ciudadanos. Eso es una falacia, pues los partidos ni de lejos representan el interés común; representan el interés de quienes los manejan, o a lo más de quienes pertenecen a sus filas. A ellos debería corresponder el sostenimiento de esas pesadas estructuras, que poco o nada aportan al beneficio general en su búsqueda incesante de poder, de chambas y canonjías. Nuestra democracia es incipiente, y vacilante aún. Cuando se fortalezca desaparecerán esas leyes que los mismos partidos, a través de sus legisladores, hicieron para su beneficio. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado... Le pregunta la nieta a su abuelita: "Abue: ¿cuántos años tienen tú y el abuelo de casados?". Responde la señora: "El próximo noviembre cumpliremos 54 años". "-¡54 años! -exclama la muchacha-. Y en todos esos años ¿jamás pensaste en el divorcio?". "¡Dios me libre! -se escandaliza la abuelita-. Jamás pensé en el divorcio. En el asesinato sí"... La señorita Himenia Camafría asomó por la ventana del segundo piso envuelta en una sábana, y le pidió al policía que tocaba el timbre de la puerta: "Por favor, señor oficial, retírese inmediatamente". Pregunta el patrullero: "¿No fue usted la que llamó pidiendo auxilio porque un hombre la estaba violando?". "Sí; yo soy -responde la señorita Himenia-. Pero una puede cambiar de opinión ¿no?"... Viene ahora un cuento rojísimo. Las personas que no gusten de leer cuentos rojísimos sáltense hasta donde dice FIN... Cierta dama con mucha ciencia de la vida conoció a un rudo mocetón de torosa musculatura, y entró en deseos de refocilarse con él. Lo llevó a su departamento, y empleando sutiles artes aprendidas en muchos trances similares lo puso bien pronto en acezante estado de lubricidad. Ya iba el mancebo a combatir en la amorosa liza cuando ella lo detuvo. "¿No traes preservativo?" -le pregunta. Él, confundido, respondió que no. "Yo tengo" -dijo ella. Y extrajo de su bolso uno de esos artilugios. El muchacho sacó el condón del sobrecito, y procedió a examinarlo fijamente. Luego, sin decir palabra, empezó a ponérselo a manera de gorro en la cabeza. "¡Oye! -lo detiene la mujer entre asombrada y divertida-. ¡Ahí no se pone!". "Ya sé que ahí no se pone -contesta imperturbable el mocetón-. Pero hay que aflojarlo"... (No le entendí)... FIN.